OPINIÓN: Arde Galicia y ardemos con ella

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Desde la ventana de su casa en una urbanización de Coruña, Nuria aprecia unas luces en el horizonte. Después de pasar una larga noche en la que el olor a quemado y la ceniza en el aire son las protagonistas junto a las devastadoras noticias de los incendios que asolan Galicia, Nuria solo piensa en una cosa: el fuego ha llegado hasta allí. Da igual que esté fuera de la zona de peligro y que ella y su familia tengan una vía de escape asegurada, pues la semilla del terror y la sensación de que nadie irá en su ayuda han tomado el control. Hasta que no pasa un rato y consigue calmarse, no se da cuenta de que lo que está viendo no tiene nada que ver con los incendios. Y, aun así, el desasosiego no abandona su cuerpo.

Viendo la lenta reacción del Gobierno y los medios respecto a lo ocurrido en Galicia, se puede decir que lo ha superado bastante rápido.

Solo el diario 20 minutos cambió su portada para sustituir los sucesos de Cataluña por los incendios de Galicia y Asturias, que se han cobrado 4 víctimas mortales. El resto de portadas seguían atrapadas en Cataluña, al igual que el Gobierno español.

Sin entrar en el debate de si la votación fue ilegal o no, resulta alarmante que el Gobierno tuviese desde el 1 de octubre la zona atestada de policías y que, respecto a Galicia, no enviase refuerzos hasta varias horas después siendo, además, insuficientes. El fuego en Vigo fue mayormente controlado por los ciudadanos que trabajaron juntos e hicieron todo lo posible por alejar a las llamas solo armados con cubos de agua. Quince días antes, el presidente de la Xunta había despedido a 436 brigadistas asegurando que no afectaría a la lucha contra el fuego. Y claro que no afectó: más de 11.000 hectáreas quemadas, cuatro muertos y ciudadanos que se sienten abandonados. Y eso sin contar a las personas traumatizadas.

Los medios también tardaron algo de tiempo en cubrir los incendios. La Sexta fue la única cadena de televisión que estuvo cubriendo todo el evento en directo. El resto de cadenas dieron un boletín especial y siguieron con su programación habitual. 

Aquella noche fue larga para muchas personas. Para otras, pareció que serían sus últimas horas de vida. Para cuatro, de hecho, lo fue.

La reacción del Gobierno y de los medios fue tardía, pero al menos los medios han reaccionado como es debido. El Gobierno no solo se retrasó más de lo que debería, sino que pensó que dar sus condolencias era más que suficiente cuando las cosas ya se habían descontrolado. Envió gran cantidad de agentes a Cataluña y se aseguró de evitar una votación con una reacción, para muchos, desmedida. Pero Galicia y Asturias se queman y solo les sale tuitear y enviar a 20 bomberos para controlar 80 focos. 

Al igual que Nuria, muchos gallegos vivieron aquella noche no solo como un atentado medioambiental y una catástrofe, sino como un corte de mangas por parte de sus gobernantes. Lo vivieron como si diese igual que esa noche todos ardiesen vivos, porque los “malos” seguirían estando en Cataluña, en ese conflicto que nadie quiere resolver y que parece que Rajoy y Puigdemont solo quieren alargar por su propio beneficio.

Y luego se extrañarán de que haya personas que no quieran seguir en España.

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