Influencer y tendencias: La viralidad se ha convertido en la nueva pasarela

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Las pasarelas de París o Nueva York, están muy bien, pero realmente ¿De dónde nacen las tendencias?. La respuesta a esta pregunta es muy sencilla, de hecho la tenemos ante nuestros ojos. Y sí, es en nuestro teléfono móvil, o cualquier dispositivo, dónde podemos encontrar la herramienta clave para todo esto: TikTok. Si eres de los que pensaba que esta aplicación era solo para ver trends, prepárate para descubrir cómo esta plataforma está cambiando completamente la forma en que nos vestimos.

Fuente: TikTok. Tendencias del 2025.

Fuente: TikTok. Tendencias del 2025.

Lo que antes era dictado por diseñadores y grandes casas de moda desde un escenario casi inaccesible, ahora fluye a través de un canal mucho más democratizado. Los influencers, esos creadores de contenido que comenzaron como aficionados, se han convertido en verdaderos oráculos de estilo para millones de personas. Sus elecciones de ropa, combinaciones, y hasta maneras de llevar una prenda se viralizan en cuestión de horas.

Este vínculo invisible entre influencers y moda ha transformado la industria. Las marcas, ahora estudian atentamente qué está triunfando en TikTok, Instagram o Youtube. La moda se ha vuelto mucho más dinámica y espontánea, porque las tendencias nacen, crecen y desaparecen con una velocidad asombrosa.

Además, esta interacción no es unidireccional. Los seguidores no solo consumen, sino que también crean contenido, reinterpretan estilos y adaptan tendencias a su propio contexto, haciendo que la moda sea un diálogo constante y abierto.

Fuente: TikTok. Tendencias de moda 2025.

Fuente: TikTok. Tendencias de moda 2025.

Por supuesto, esto tiene sus riesgos. La velocidad con la que se crean y destruyen tendencias puede fomentar un consumo acelerado y desechable, afectando la sostenibilidad de la industria. Pero también está la oportunidad de un acceso más diverso e inclusivo a la moda, donde cualquier persona con una idea fresca puede convertirse en referente.

En definitiva, los influencers y las redes sociales han creado un nuevo ecosistema donde la moda no solo se ve, sino que se vive, se comparte y se transforma en tiempo real. Así que la próxima vez que te preguntes de dónde viene esa prenda que tanto te gusta, probablemente la respuesta esté en el móvil que tienes en la mano.

Al final, lo que vemos es un cambio de paradigma en toda regla. La moda ya no es un dictado vertical de unos pocos hacia muchos, sino una conversación horizontal y global. Lo que antes podía parecer una simple ocurrencia frente a un espejo ahora tiene el poder de convertirse en un movimiento cultural. Basta con que un video se comparta, se comente y se replique para que esa idea se expanda como un eco colectivo.

La viralidad se ha convertido en la nueva pasarela. Y en ella no solo desfilan grandes firmas o influencers consolidados, también lo hacen voces jóvenes, creativas y diversas que encuentran en TikTok y en otras redes un escenario abierto. Esta democratización es, en muchos sentidos, el verdadero motor de la innovación en la moda actual: nunca antes tantas personas habían tenido la posibilidad de influir en lo que vestimos.

Pero lo más revelador es que las tendencias ya no se quedan únicamente en la ropa. También atraviesan el maquillaje, los peinados, los accesorios, e incluso la forma de comprar o de mostrar un look. La experiencia estética se amplía: la moda no es solo vestir, es narrar un estilo de vida que se comparte en stories, reels o challenges.

En este sentido, podemos afirmar que TikTok no solo es un escaparate, sino también un laboratorio cultural. Un espacio en el que la moda se experimenta, se mezcla y se reinventa sin pedir permiso. Y aunque muchas de estas tendencias se esfumen con la misma rapidez con la que aparecieron, dejan huella, generan conversación y, sobre todo, marcan el pulso de lo que entendemos como estilo en el presente.

Quizá en unos años recordemos esta etapa como el momento en que la moda dejó definitivamente de estar en manos de unos pocos para convertirse en un fenómeno colectivo y participativo. Y en ese proceso, más allá de la volatilidad y el riesgo de la sobreproducción, hay algo profundamente estimulante: la idea de que cualquiera puede ser parte de la construcción de lo que significa vestirnos hoy.

 

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