Opinión: Inclusividad, la nueva palabra vacía de la moda

La industria presume de diversidad en sus pasarelas y campañas, pero muchas veces se trata de un espejismo diseñado para vender, no para transformar.

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Durante décadas, la moda fue un territorio excluyente. En las pasarelas solo existían un tipo de cuerpo: alto, delgado, joven y, casi siempre, blanco. Lo que se alejaba de ese canon no entraba en la foto. Pero, en los últimos años, el discurso ha cambiado: la diversidad se ha convertido en tendencia, la palabra inclusividad se repite como mantra en cada desfile, campaña o entrevista. Sin embargo, entre el discurso y la práctica sigue existiendo un abismo. ¿Estamos ante un cambio real o ante una operación de marketing cuidadosamente diseñada?

La inclusividad como estrategia comercial

En 2025, ser “inclusivo” es rentable. Las marcas saben que los consumidores valoran la diversidad y, sobre todo, la autenticidad. Pero muchas veces, lo que llega al público es una diversidad escenográfica: campañas con modelos curvy o trans, pero sin una transformacionales real en el tallaje, la oferta o la estructura interna de las empresas.

La inclusividad genuina implica más que una sesión de fotos. Significa ampliar tallas de forma coherente, diseñar para cuerpos diversos, ofrecer precios justos y, sobre todo, incluir voces distintas en los equipos creativos y de dirección. No basta con mostrar diversidad; hay que construirla.

Algunas de las grandes marcas han tratado de adaptar su imagen a los nuevos tiempos, pero sin cambiar demasiado el fondo.

Victoria’s Secretillo es quizá el caso más representativo. Durante años vendió un ideal de belleza casi inalcanzable, hasta que la presión social la obligo a cambiar su eslogan “The Perfect Body” por “A Body for Everybody”. Sin embargo, la crítica persistió: en muchas tiendas seguían faltando tallas grandes y la diversidad en los desfiles era más simbólica que real (Arima Company).

Algo similar ocurrió con Topshop. Su relanzamiento prometía ser más inclusivo, ampliando tallas hasta la UK 26 (equivalente a la talla 54 en España), según Marie Claire. Pero poco después, las prendas de mayor tamaño desaparecieron de las tiendas físicas, y la línea “ampliada” quedó relegada al comercio online (Marie Claire UK).

Incluso algunas marcas han sido acusadas de aplicar el llamado “fat tax”, cobrando más por las tallas grandes sin una justificación clara. En Reino Unido, New Look fue señalada por clicar precios hasta un 15% más altos a la ropa de tallas grandes (BBC New). Detrás de cada gesto inclusivo, a menudo se esconden viejas prácticas comerciales.

No todas las marcas son impostoras. Existen proyectos que han logrado integrar diversidad como parte de su ADN.

Savage X Fenty, la marca de Rihanna, ha sido pionera en mostrar cuerpos reales de todas las tallas, géneros y tonos de piel, tanto en pasarela como en su catálogo. Según Axios, mientras muchas marcas reducen su compromiso con la diversidad, Fenty lo mantiene como valor estructural, no como tendencia pasajera.

Savage X Fenty

Fotografia “Y de verdad tienes tres”

Otra referencia es Aerie, con su campaña #AerieREAL. Desde hace años, la firma se niega a retocar sus fotos y presenta modelos con discapacidades, estrías o cicatrices, demostrando que la belleza no necesita filtros.

Y, más allá de la moda, Dove ha consolidado su estrategia Real Beauty como una de las más coherentes y duraderas. De acuerdo con el Kantar Brand Inclusion Index, la marca es percibida como un referente en marketing inclusivo que realmente empodera al consumidor y no lo utiliza como herramienta de venta.

El precio de la verdadera diversidad

¿Por qué es tan difícil lograr una inclusividad real?

Las razones son múltiples. En primer lugar, el coste: producir una gama amplia de tallas implica rediseñar patrones, probar nuevos tejidos, ampliar stock. Pero muchas marcas utilizan ese argumento para justificar precios desproporciónanos o directamente excluir.

A eso se suma el miedo al riesgo comercial. Persisten los prejuicios sobre lo que “vende” o “no vende”. Se asume que los cuerpos fuera del canon no generan tanto interés, una visión desmentida por el auge de microcomunidades digitales que reivindican precisamente esa diferencia.

Y además muchas empresas muestran campañas diversas mientras sus equipos directivos siguen siendo homogéneos. No hay diseñadores racionalizados, ni personas con discapacidad…en esas condiciones, la inclusividad se convierte en un decorado.

Campus fp

La moda tiene el poder de hacer visibles identidades y cuerpos que históricamente fueron marginados. Pero mientras la inclusividad siga siendo solo un tren, no un principio, seguirá existiendo una desconexión entre lo que las marcas dicen y lo que hacen.

El consumidor actual es más crítico que nunca: exige coherencia, transparencia y compromiso. No quiere verse representado solo en un cartel publicitario, sino también en la etiqueta de una prenda que realmente pueda comprar, usar y disfrutar.

Hasta que eso ocurra, seguiremos viendo campañas que hablan de diversidad… pero en tallas que se agotan antes de llegar a la calle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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