Opinión: La separación de la obra del artista, ¿es posible?

El debate ético sobre la dicotomía entre la obra y el artista sigue generando posturas contradictorias. Artistas como Pablo Picasso, J.K. Rowling, Roman Polanski o Woody Allen encabezan esta lista de personajes públicos, que tomaron decisiones cuestionables en su vida personal y que podrían haber dañado su reputación, pero en la mayoría de los casos solo aumentó su fama
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Todos somos humanos y estamos en nuestro derecho de equivocarnos, pero también a retractarnos. Los personajes públicos no deberían ser la excepción. Si has hecho algo políticamente cuestionable, deberías ser consciente de las repercusiones de los actos y que no queden impunes.

Dada esta situación, el panorama es más que favorable para las celebridades, ya que se encuentran en una posición de privilegio. En este caso, la industria cultural de Hollywood, aunque cada vez con menos frecuencia, se encargaba de protegerlos ante cualquier posible escándalo que pudiera mancillar su reputación.

Tal como sucedió con Roman Polanski, el director de cine con títulos como El Pianista fue acusado de agresión sexual en 1977; ante esta situación huyó de Estados Unidos y se convirtió en un prófugo de la justicia. En la actualidad, sigue trabajando en la industria del cine; sin embargo, no cuenta con el respaldo de la Academia de Cine, tras su expulsión en 2018, motivada por sus acusaciones que pesan sobre él.

La cultura de la cancelación

El arte no se puede entender sin su artífice, quien se encarga de dar voz a las historias para plasmarlas en su creación a través de la música, pintura, escultura, cine y teatro. Este producto cultural tiene como objetivo final que el espectador pueda disfrutar del arte en su máximo esplendor y comprender la visión del creador, pero sin llegar a idealizarla.

Aun así, no se pueden obviar matices que amenazan el valor de la obra y su creador, como pueden ser acusaciones de abuso sexual. Para mí, cualquier autor y, por consiguiente, su obra deben regirse por unos principios éticos y morales. No obstante, si pensamos así, no podríamos consumir ningún tipo de manifestación artística exenta de polémica, pero considero que la diferencia se centra en la visión crítica, es decir, ser conscientes de su contexto, pero sin llegar a justificar las acciones cuestionables.

La cultura de la cancelación, como bien indica su nombre, se trata de una práctica en redes sociales de ‘cancelar’ el apoyo público a personas por actitudes consideradas inapropiadas. Paralelamente, sucede lo mismo con la separación del artista y la obra; nosotros tenemos el poder de ‘vetar’ a alguien por sus actitudes y comentarios dejando de consumir su obra. Esta decisión tiene como consecuencia que su creador deja de ocupar un espacio en la industria, aunque a veces prevalece más su estatus social que su vida personal.

Es más, la escritora J.K.Rowling, conocida por la saga de Harry Potter, causó polémica en 2020, a raíz de un comentario en Twitter sobre las personas transgénero. Este hecho no es aislado; Rowling se ha pronunciado públicamente sobre este tema desde 2019, generando una ola de crítica por parte de los usuarios en redes sociales que lo consideran comentarios transfóbicos. Ante esta situación, los actores de la saga cinematográfica han alzado la voz para mostrar su disconformidad de manera pública, tales como Emma Watson y Daniel Radcliffe. A pesar de todo, la autora sigue cosechando éxitos profesionales.

Este es un claro ejemplo, puesto que ni siquiera una polémica puede desbancar a una persona de su posición privilegiada. Para los fans, este hecho marca un punto de inflexión sobre el consumo de su obra sin sentir culpa. ¿Podrías seguir leyendo un libro al conocer que la autora tiene acusaciones? En mi caso, me lo pensaría dos veces; considero que su obra queda manchada por su vida personal.

En definitiva, consumir un producto cultural debe ser una experiencia gratificante; en cambio, la sociedad considera más importante ensalzar la obra y no castigar a su creador.

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