Opinión: La final interminable… ¿que nunca debió acabar?

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¡Por fin acabó! Casi un mes ha durado una de las finales más largas que se recuerdan. El partido que ningún equipo querría jugar porque, probablemente, es mucho más lo que se puede perder que la gloria que se obtiene al ganar. La final argentina. Los dos eternos rivales jugándose el título de campeón sudamericano en una eliminatoria a doble partido.

Todo iba más o menos bien hasta que… ¡Zas! Apedrean el bus de Boca Juniors. ¿Quién podría esperar algo así en un deporte como el fútbol? Resultado: varios jugadores heridos y suspensión del partido. Lo que pasó después no se le habría ocurrido ni al guionista de El penalti más largo del mundo… A Madrid a jugar la final.

Y digo yo… ¿Así se pretende acabar con la violencia en el fútbol? Es posible que un acto violento haya generado más beneficios que perjuicios… ¿Cómo explicamos eso? El evento adquiere un interés mediático mundial mucho mayor del que tenía en un principio. El culebrón, eso de lo que se nutre el fútbol, hizo su trabajo. Que si jugamos aquí o allí, que si yo ahora no quiero jugar… y al final: llevamos el partido a Madrid para alejar a los ultras.

¿Por qué Madrid? Quizás la respuesta sea la misma que en la mayoría de las cuestiones de la vida: el dinero. Mi abuela estaba preocupada por el dinero que se iba a gastar en el dispositivo de seguridad… Posiblemente una cantidad muy pequeña en comparación con la pasta que ha generado el evento en la capital española.

¿Así se pretende acabar con la violencia, rentabilizando una agresión? En un deporte donde el problema comienza en la base, con padres que acuden a los partidos de sus hijos con el único objetivo de insultar al árbitro o amedrentar al rival, las actuaciones frente a la violencia deberían ser mucho más contundentes.

Que dos equipos son incapaces de enfrentarse civilizadamente… suspensión definitiva, palmarés desierto y a ver qué ocurre la próxima vez.

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