El Ramadán, algo más que un sacrificio

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Como cada día a las seis de la tarde, Sara Fettah, una joven de 23 años y nacionalidad marroquí, comienza a hacer la comida de ese día junto a su madre, Amina. No van a comer antes de las 9.30 de la noche. Sara, junto a su familia, forma parte de la comunidad de musulmanes del mundo que hacen el Ramadán una vez al año.

Esta religión, tan lejos y a la vez tan cerca, esconde grandes sorpresas para aquellos que no se encuentran sumidos en ella. Entre estas sorpresas, que casi todos desconocen, se encuentran los cinco pilares sobre los que se basa el Islam y que constituyen la vida musulmana.

Los pilares del Islam

Los musulmanes siguen la religión del Islam, una de las más antiguas y de las que más seguidores tiene en todo el mundo, alrededor de 1.800 millones de fieles. Esta religión está basada en el sometimiento a la voluntad de Alá. Nació del Antiguo Testamento (al igual que el cristianismo), aunque el Islam afirma que Jesús fue uno de los tantos profetas de Dios. Sin embargo, tienen a Mahoma como el último y el más importante de todos. Aunque cristianismo e Islam procedan del mismo libro antiguo, las tradiciones o costumbres de ambas religiones no coinciden en casi nada.

Los cinco pilares (u obligaciones) forman los pretextos fundamentales obligatorios para los musulmanes. Estos son: la fe, fe que todos aquellos que sigan una religión deben de tener, una fe que dedican los musulmanes a la divinidad de Dios; la oración, que también se encuentra en todas las demás religiones de algún modo, es un lazo inseparable entre los seguidores de Mahoma y su Dios, y tienen que hacerla, durante toda su vida los 365 días del año, cinco veces al día mirando hacia La Meca. Sin embargo, los musulmanes no rezan tanto como los tibetanos, considerados los seguidores que más rezan y con la obligación de hacer un viaje a Lhasa una vez en su vida. La preocupación por los más necesitados es el tercer de estos pilares. Una preocupación que deberían tener todos los humanos de este planeta por hacer de él un lugar mejor. Para los musulmanes es una obligación ofrecer limosna a quienes lo necesitan; el ayuno, la falta de alimento desde el alba hasta que se pone el sol, esto sí que es un sacrificio; y por último, la peregrinación a La Meca, como los del Tíbet a Lhasa, una vez en la vida.

A estos cinco pilares del Islam, hay que sumarle, si eres mujer, el de llevar el velo al menos el día antes de tu muerte. No hablamos del burka, sino del Hiyab. A Sara su familia no le obliga, “me dejan decidir si quiero ponérmelo o no, y pienso que aún soy joven para empezar a ponérmelo”, es lo que dice ella. La madre lo lleva desde hace seis años, nunca antes lo había usado. Ellas no son obligadas por nadie en su familia, ni siquiera los
hombres les han dicho si tienen que usarlo. Una familia más libre que las tradicionales musulmanas. Una familia, donde también la mujer tiene voz. Para esta familia, y para otras muchas occidentales y no cerradas a la tradición antigua
islámica, el mayor sacrificio que hacen por su Dios Alá, y por su religión en sí es el ayuno, conocido como el Ramadán.

El Ramadán busca la paz interior

El Ramadán es el noveno mes del calendario musulmán. En él se conmemora la primera revelación de Alá al profeta Mahoma. Las fechas en la que se realiza el Ramadán nunca coinciden con las del año anterior. Como cuenta el tío de Sara, Abderezak, quien se está preparando para ser imán, el líder religioso o persona que dirige la oración pública, comparable, relativamente a un cura para los cristianos, “el Ramadán cada año se
adelanta diez días. Esto es debido a que se miran las lunas durante el año, que es quien dirige nuestro calendario”.

El método de la observación, aunque no sea el más fiable, es el más seguido. En este caso, el primer medio lunar anuncia el comienzo, el Shaabán. También se sigue el método científico, donde se tiene a La Meca como referencia. Por esto hay países que empiezan un día, y otros al día siguiente. Pero todos con sus 30 días de ayuno. Con la caída del sol, es la hora de empezar a comer. Dátiles y frutos secos para comenzar y así recuperar las energías gastadas durante todo el día. Junto a ello otros platos, típicos musulmanes como la harrera, un tipo de sopa, briwats y chebbakia, para los más dulces, rgaif, que son parecidos a las tortas, bagrer, un tipo de pan que se come con miel, siendo esta también muy importante porque aumenta la energía, o los típicos huevos duros, que son los más comunes en todas las mesas musulmanas. Y de beber, batidos de frutas hechos a mano, como los que hacen en las teterías. Puesto que las mujeres están toda la tarde en la cocina, los platos son bastante elaborados, platos como los que se comen los domingos cuando se reúne toda la familia.

Durante la noche, los musulmanes comen toda la comida preparada por las mujeres. Su horario de vida cambia durante un mes al año. Quedan con los amigos, salen a dar paseos y visitan a la familia de noche. Sin embargo, no pueden ir a lugares como los centros comerciales o restaurantes, al menos en Occidente. Mohamed, padre de Sara, dice que el Ramadán es más duro para las mujeres: “Están todo el día delante de la comida sin poder probarla, ni para saber si está buena”. Sin embargo, Amina, la madre, afirma que es gratificante cocinar durante todo el día y te lo agradezcan por la noche. Una madre entregada a su familia, que haría lo que fuera por ella. Aunque sea cocinar
con el calor de los fogones, sin poder beber agua, para que todos tengan su plato de comida listo por la noche. Una madre como las abuelas, como aquellas madres antiguas a las que les encantan cocinar.

Durante el ayuno, los musulmanes duermen todo el día, o gran parte de él. De esta forma no gastan tanta energía como si estuvieran despiertos y es más llevadero el no comer. Sólo en casos especiales no es obligatorio hacer el Ramadán. Entre estos casos se encuentran las personas que tienen que tomar pastillas por alguna enfermedad, como los abuelos de Sara, muy débiles ya para estar todo el día sin comer; y por embarazo o por menstruación, obviamente, tan solo en el caso de las mujeres. La menstruación es la señal que, además de avisar a la niña de que ya es mujer, da comienzo para las mujeres a hacer el Ramadán, porque no se empieza desde pequeños, todo empieza a su debido momento, y la regla es la señal para las mujeres. Para los niños no existe una señal exacta. Ellos normalmente comienzan a hacerlo a la edad de 14 años o “cuando dan el paso de ser un niño a hombre. Cuando lo ves y dices: que cambio ha dado”, según explica Sara.

Cuando se comienza a hacer el Ramadán, todos los musulmanes en condiciones de realizar el ayuno durante ese mes no pueden ni comer ni beber durante las horas de sol, ni mantener relaciones sexuales, ni fumar, entre otras cosas. Obviamente tienen prohibido beber alcohol, tanto durante el Ramadán, como fuera de él, al igual que comer cerdo. Si se comete alguno de estos hechos durante el mes sagrado, el musulmán puede ser sancionado por algún tribunal o por la Germandería Real. Todo viene dictado en la Sharía, la Ley Islámica a la que se rigen todos los musulmanes.

La ebriedad en pleno día durante el mes de ayuno musulmán, fue la causa de arresto de dos marroquíes el pasado año, estos dos hombres bebieron y se emborracharon durante el mes sagrado. Seis meses de cárcel para ellos, por pasearse en un zoco público en dicho estado en un pueblo cerca de la ciudad de Rabat. Cárcel para dos personas por beber, impensable para muchas personas, pero las tradiciones y costumbres son para cada uno vistas de un modo. “Si no quieren respetar nuestro mes sagrado, al menos que lo hagan en un lugar privado, donde nadie los vea, y que no vayan diciendo por ahí que son musulmanes”, es lo que opina el tío de Sara acerca de este inusual hecho ocurrido.

El ayuno es el mes de purificación y oración. No está hecho para aquellos que no se consideren totalmente musulmanes. Pero también tiene grandes beneficios sociales y para la salud, Mohamed, el padre de Sara, afirma que durante el mes de Ramadán la relación con su familia se estrecha, “comemos juntos y estamos siempre haciendo algo todos juntos. Cuando no es Ramadán poca veces conseguimos reunirnos todos”. Y esta es una de las grandes justificaciones por las que Amina prepara todos los días con tanto esmero y cariño desde las seis de la tarde, la comida de toda la familia, a pesar del calor de los fogones.

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