Vecinos sin hogar y una ciudad se llena de pisos turísticos
Tras la pandemia, Sevilla ha sufrido un notable y acelerado aumento del turismo, puede que este se deba a la riqueza histórica, cultural, gastronómica y arquitectónica de la ciudad o simplemente la fama que ha ganado gracias a los medios de comunicación y el buen clima del que goza la ciudad. Sin embargo, este éxito en el turismo ha acarreado una serie de transformaciones en el mercado inmobiliario, especialmente con el incremento de los pisos turísticos. Aunque muchos de estos alojamientos han proporcionado ingresos adicionales para sus propietarios, este fenómeno está provocando un aumento en los precios de la vivienda, lo que dificulta el acceso a la compra o alquiler de una vivienda en Sevilla para los residentes, independientemente de su edad.
Todo esto ha surgido con la aparición de plataformas como Airbnb, que han permitido a muchos sevillanos alquilar sus viviendas a turistas de todo el mundo, generando ingresos significativos en comparación con el alquiler tradicional. Según datos recientes, el número de pisos turísticos registrados en Sevilla ha crecido exponencialmente, alcanzando tres de cada cien viviendas dedicadas al turismo, sin contar con los que operan ilegalmente. Esta tendencia se concentra especialmente en barrios como el Casco Antiguo, Triana y la Alameda de Hércules.
Desde un punto de vista económico, es innegable que los pisos turísticos han estimulado ciertas zonas de la ciudad. Comercios locales, restaurantes y bares han experimentado un aumento en su clientela debido a la llegada masiva de turistas, y muchos propietarios de viviendas han encontrado en el turismo una manera de incrementar sus ingresos. Sin embargo, este modelo de negocio ha dado lugar a una alarmante especulación inmobiliaria. Los precios de alquiler para los residentes se han disparado, especialmente en los barrios céntricos, lo que hace casi imposible que los sevillanos de clase media y baja accedan a una vivienda digna sin tener que desplazarse a la periferia o fuera de la ciudad.
Este fenómeno ha provocado una evidente turistificación en algunos de los barrios más representativos de Sevilla. En la Alameda, por ejemplo, una zona que hasta hace poco se caracterizaba por una activa vida comunitaria y una mezcla diversa de vecinos, hoy se encuentra con una gran cantidad de pisos vacíos esperando la próxima oleada de turistas. Los residentes de largo plazo han sido progresivamente desplazados hacia la periferia, perdiendo el arraigo que alguna vez les unió a estos barrios. Esto no solo afecta a la zona de la Alameda, sino que también hemos podido observarlo en lugares como Triana, Santa Cruz, Los Remedios, La Alfalfa, Nervión y La Macarena.
El impacto negativo que provoca esta actividad va más allá de lo económico. El ruido, la basura acumulada y la falta de civismo por parte de algunos turistas han alterado la convivencia diaria de los vecinos que aún permanecen en estas zonas. Al caer la noche, muchas calles que antes acogían actividades cotidianas ahora están llenas del sonido de maletas rodando, turistas celebrando en terrazas, gritos en las calles sin importar la hora y basura acumulada por todas partes.
Además, esto conlleva un desarraigo cultural, provocando una pérdida de identidad en los barrios y, con ello, de la auténtica Sevilla, que es reemplazada por la homogeneización impuesta por el turismo, orientada exclusivamente a complacer a los visitantes.
Es en este contexto donde surgen plataformas como Sevilla Resiste que, con carteles con mensajes como “Menos ramen y más puchero”, “Aquí antes se seseaba”, “Tu Airbnb era mi casa” o “¡Si me queréis, irse!”, denuncian el aumento de los pisos turísticos y las consecuencias que esto implica para la ciudad. Gracias a plataformas como esta y la creciente presión vecinal, la administración local y la Junta de Andalucía han comenzado a tomar medidas para regular los pisos turísticos. Estas incluyen la obligación de registrar las viviendas que se alquilan a turistas y cumplir con ciertos requisitos básicos de seguridad y confort, además de controlar más estrictamente los permisos de alquiler en zonas saturadas, como el Casco Histórico.
Pero estas medidas llegan tarde y se quedan cortas, ya que el proceso para registrar los pisos turísticos suele ser bastante ineficaz, y muchos siguen funcionando de manera ilegal, sin declarar sus beneficios ni cumplir con las reglas. Además, el control sobre la cantidad de pisos en alquiler en algunas zonas ha sido casi nulo, lo que ha permitido que barrios como Santa Cruz o Triana se llenen de alojamientos turísticos sin apenas supervisión.