
El pasado sábado falleció a los 78 años de edad el ex alcalde de Córdoba y ex coordinador general de Izquierda Unidad, Julio Anguita, tras no superar un infarto que sufrió días antes.
El político cordobés, de origen malagueño (nació en Fuengirola en 1941) y apodado “El Califa Rojo” fue el primer alcalde comunista de una capital de provincia durante la transición, cargo que ocupó durante 7 años.
Fue escogido secretario general del Partido Comunista de España en 1986, tras el descalabro electoral que la formación comunista sufrió cuatro años antes, en las elecciones generales de 1982. Tras su nombramiento, el PCE y otras formaciones se agruparon en una nueva formación progresista que aspiraba a ser la alternativa al PSOE de Felipe González, Izquierda Unida.
Anguita se mantuvo como coordinador general del partido hasta el año 2000, cuando dejó el cargo por motivos de salud. Durante su estancia como líder del partido, Julio Anguita llevó a Izquierda Unida a obtener el mejor resultado electoral de su historia, obteniendo 21 diputados y el 10% de los votos. También, durante esta época le llovieron las críticas, especialmente del lado socialista, por la supuesta ‘pinza’ que IU y el PP hicieron al partido de González.
En 2003, Anguita vivió el momento más duro de su vida, al conocer la muerte de su hijo mayor, Julio Anguita Parrado. Este fue alcanzado por un misil cuando cubría la Guerra de Irak. Posteriormente pronunciaría una de las intervenciones por las que más ha sido recordado: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.
Cuando dejó la política, volvió a dar clase en el Instituto Blas Infante de Córdoba, donde se jubiló como profesor. Decidió renunciar a la pensión que le correspondía como parlamentario y pasó a cobrar sólo la que le correspondía por sus años en la enseñanza, siendo uno de los pocos políticos de España en hacerlo.
El 16 de mayo de 2020, el corazón de Julio Anguita, ese corazón que tantos problemas le había dado, dejó de latir de forma definitiva. Se fue ese político honrado, sensato e inteligente. La voz de la coherencia y de la sensatez, uno de esos buenos oradores que dignificaban la política. Una de esas personas, que en la época de los gallineros y las broncas en el Congreso de los Diputados, demostraban que otra forma de hacer política era posible.
Hasta siempre “Califa”.

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