Una madrugá de miedo más que de pasión

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El rastro de una Madrugá triste. Foto: El Correo de Andalucía

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Echemos la vista atrás y retrocedamos a días como hoy pero de hace veinte años. En aquel momento, la primera primavera del milenio, la Semana Santa inundaba las vidas de los que por entonces habían nacido, yo no, de torrijas y procesiones. Dicen que una de las mejores Semanas Santas de todas está en Sevilla, tierra, ante todo, de pasión. Sin embargo, el momento culmen de cada semana de pasión en la capital hispalense, la ‘Madrugá’, fue el escenario de uno de los momentos tristes que se recuerdan en una noche cargada de pasión y emoción.

Con los pasos procesionales en la calle, ya bien entrada la madrugada del viernes, una confusión, involuntaria o premeditada, conllevó una serie de estampidas en pleno centro de Sevilla. La zona cercana a la Catedral era en aquel entonces el lugar de reunión de muchos pasos. La Macarena estaba allí, mientras el Cristo de las Tres Caídas avanzaba por Sierpes, buscando la Campana. Más atrás quedaba la Virgen de la Presentación, que se encontraba en la Plaza de San Francisco. Las cofradías estaban, en su mayoría, en la calle. Solo una, la Hermandad del Silencio, estaba a punto de recogerse en su templo, aunque quedó abandonada poco antes de entrar, debido al desconcierto.

¿En qué marco temporal nos situamos?. Son las cinco y media de la mañana, muchos pasos procesionales llevan entre cuatro y cinco horas en la calle, y no se recogerán hasta, como mínimo, seis horas más. El cansancio no hace mella en los cofrades que abarrotan las calles de Sevilla. Es entonces cuando el pánico surge. Si le preguntas a testigos, a personas que allí estuvieron, contarán que corrían porque otros corrían hacia ellos, pero sin saber el motivo real de lo ocurrido. Se especularon con muchas teorías, desde un ataque terrorista hasta un toro fugado de la Maestranza. La teoría que más pareció gustar fue la de un juego de rol, basado en una película estrenada poco antes, que se le había ido de las manos.

Fuera lo que fuera, a las cinco y media el caos era ya la tónica predominante. La primera estampida ocurrió en la Plaza del Duque, mientras que la siguiente fue en la Campana. Al ser la carrera oficial, las calles estaban llenas de sillas, lo que dificultó aún más la huida. Los medios no sabían que decir e intentaban cubrir todo lo que ocurría. Los comentaristas de Giralda TV asistían atónitos a las imágenes que llegaban, principalmente, de Plaza del Duque. Comentaban que todo parecía apuntar a jóvenes que no presenciaban las procesiones y que habían ido a buscar problemas. El equipo de ‘El Llamador’, en Canal Sur Radio, era más cauto y se limitaba a relatar el desorden provocado por todo lo que ocurría. En la calle Cuna, costaleros de la hermandad de la Macarena intentaban refugiar a los niños al interior de los pasos para evitar que fueran pisoteados, mientras que en a la altura de Sierpes el paso del Cristo de las Tres Caídas quedó solo, mientras la banda música y los nazarenos huían sin saber por qué.

El resultado fueron un par de heridos leves, decenas de atendidos por ataques de pánico e investigaciones exhaustivas que no dejaron un resultado claro sobre lo que ocurrió. Se llegó a investigar hasta a los cuerpos de policía, en huelga semanas previas, aunque se descartó que se tratara de demostrar la falta de seguridad. El delegado de la Madrugá para el Consejo de Cofradías, Miguel Rivera, parece tener información clara sobre lo que ocurrió allí. En una entrevista al diario ABC denunció que recibió llamadas telefónicas amenazantes y que tiene testigos que vieron a motocicletas salir de portales de edificios, señalando directamente a la Policía.

Ocurriera lo que ocurriera, la Madrugá no ha vuelto a ser la misma. Más vigilancia policial y también más inquietud en los asistentes son los ingredientes de una noche de pasión que vivió en 2017 una vuelta a las escenas de pánico tras una pelea en uno de los tramos del recorrido. Otros sucesos, menos graves, ocurrieron en 2004, 2009 y 2015. Ahora queda el deseo de que estas noches tristes nunca vuelvan a repetirse.

 

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