Aunque parezca increíble, el primer influencer conocido en el mundo, fue aquel hombre gordito, vestido de rojo y con una barba más blanca que la nieve. Efectivamente, Papá Noel.
El conocido personaje que adora esta época del año, fue creado por la famosa marca Coca-Cola y a raíz de la iniciativa navideña, desencadenó una nueva era.
Los conocidos influencers -antes llamados líderes de opinión– comenzaron a surgir entre los años 2009 y 2010 y son el nuevo icono de la moda. No hay nada que no consigan patrocinar. Son parte de las redes sociales y del boca a boca. No solo consiguen vender lo que anuncian, sino también lo que llevan puesto.
La tecnología es parte de nuestro día a día y es el trabajo de muchas personas, pero, ¿cuántas personas están pegadas a un teléfono?
Según la web Influencity, hay más de veinte mil influencers en el mundo entero. Esta cifra no puede ser exacta, ya que este tipo de trabajo crece por semana.
Es verdad que hay muchos personajes públicos, pero no todos tienen la misma relevancia ni cobran lo mismo. Kylie Jenner es por excelencia la figura que más dinero gana y se estima que por fotografía gane en torno a unos 550.000 dólares en Instagram.
Muchas personas piensan que el trabajo de un influencer es subir una media de dos o tres fotos por día y cobrar una millonada, pero no es precisamente un trabajo sencillo ni tranquilo.
Según la imagen pública Anna Padilla -muy conocida por Instagram y YouTube-, una de las ventajas de este trabajo es el cariño que recibe de todas esas personas que dedican un ratito de su vida a escribirle, o el detalle de saludarle cuando va por la calle y que le traten como a una amiga más.
Como en todo oficio, también hay desventajas, pues todo influencer tiene haters. “Posiblemente lo más duro es que opinen sobre ti, porque en internet las personas pierden los límites de la libertad de expresión y tienes que aguantar comentarios muy dañinos y tóxicos”, cuenta Anna.
Las redes sociales son una ventana al mundo y una enfermedad. La palabra influencer hace alusión a personas que influyen en la sociedad, por lo que no pueden lanzar comentarios o educar a su antojo. Muchas de las personas que se dedican a las redes sociales, lo hacen sabiendo usar las herramientas y palabras apropiadas, pero otras muchas fomentan la mala educación y el vivir del cuento. No se puede pasar por alto que muchos de los seguidores son menores de edad y lo que necesitan escuchar son palabras reconfortantes.