El pasado 25 de noviembre se llenaron las calles un año más de hombres y mujeres denunciando los malos tratos y la cantidad de muertes que llevamos en todo el 2019.
El 25N es el día de la eliminación de la violencia contra las mujeres en todos los sentidos: la trata, la mutilación, el matrimonio infantil, la discriminación por haber nacido mujer y las violaciones en masa que si no matan, ahogan.
La Delegación del Gobierno para la Violencia de Género se encargó de hacer un estudio del número de mujeres asesinadas desde el año 2004 y los resultados son espeluznantes. Esto no es una tontería que se pueda enterrar, esto es un hecho, un terrible hecho que enterró y entierra a mujeres año tras año.
Estamos normalizando que ocurra. Estamos normalizando poner el telediario y dar por hecho que entre todas las noticias una nos informará sobre otra desaparecida, sobre otra violación, sobre otra muerte a sangre fría.
El 25 de noviembre, no es un día para cuestionar si llevan razón las estadísticas, si llevan razón esas personas que lo han sufrido de cerca y ni mucho menos es día para poner en práctica nuestros falsos conocimientos acerca de lo que engloba la violencia de género y lo que no.
Es interesante dejar constancia de que hace años la violencia de género era conocida como “crimen pasional” y solo atendía problemas de ámbito familiar. En diciembre de 2004 se aprobó La Ley Integral contra la Violencia de Género, la cual hace alusión a las mujeres, aunque muchas personas se empeñen una y otra vez en decir que es una ley que salvaguarda tanto al hombre como a la mujer. Protege a las mujeres justamente por ser mujeres. Se entiende por violencia de género cualquier acto violento o de agresión, basados en una situación de desigualdad, en el que el hombre siente el poder de herir de forma física, sexual o psicológica a la mujer.
Y una vez más, estaría bien recordar que este pensamiento no se debe achacar a una ideología política. Estamos hablando de un tema muy serio. Las mujeres están cansadas de este sistema patriarcal. El mundo quiere mujeres vivas, no mentes frías con ambiciones enfermizas. El gesto que tuvo el portavoz de Vox, Ortega Smith, en un acto que conmemoraba un día que no debería existir, fue completamente innecesario además de frívolo y mezquino.
La sociedad puede tener su propia opinión acerca de muchos temas actuales, pero esto no es algo en lo que se pueda opinar a la ligera, porque por desgracia, acarrea numerosas muertes. De hecho, no solo hay muertes, sino que hay quien ha sufrido verdaderos horrores y otras muchas a las que se les ha quitado una parte fundamental de su vida, la libertad. Actuar como actuó Smith es injustificable y sorprende el nivel intelectual de aquellos que saben tergiversar sus hirientes palabras en una inofensiva muestra de afecto por toda persona agredida alguna vez.
A veces, la realidad de las mujeres y de aquellos que les rodean se asemeja de una forma muy inquietante a una pesadilla: una mujer importante para la vida de alguien no llega a casa, no contesta y, finalmente, no se vuelve a tener noticia de ella. Lo peor es que no hace falta hablar de pesadillas. Está pasando. Es real.