OPINIÓN: ¿Por qué los productos electrónicos duran cada vez menos?

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Teléfonos móviles de última generación que apenas llegan a los dos años de permanencia mediante los cuales los adquirimos, coches que comienzan a estropearse con apenas 2 años de circulación, bombillas que duran hoy la mitad que hace 100 años, baterías que necesitan cambiarse antes de lo previsto…

La explicación a todo ello tiene un nombre: obsolescencia programada. Consistente en la intencionada limitación de la vida útil de un producto en un período determinado, es un término desconocido en comparación con la importancia que tiene dicha planificación en el día a día de las sociedades de hoy en día.

Con las empresas e industrias como beneficiados, encontramos en el lado opuesto a las personas, que tienen que afrontar la, cada vez menor, vida útil programada de los productos electrónicos presentes en su vida, así como la contaminación que produce los más de 50 millones de toneladas de desechos electrónicos que se producen cada año en el mundo.

En auge desde su aparición en la década de los 50 de la mano de Brook Stevens, la obsolescencia programada está directamente ligada al desarrollo industrial producido en este tiempo. En  un mundo globalizado donde los intereses económicos prevalecen sobre los intereses sociales o de medio ambiente, la obsolescencia programada continúa acortando la vida útil de sus productos, promoviendo el consumo desenfrenado por parte de los ciudadanos, pese a estar, más que comprobado, que dichos productos podrían tener una vida útil que en algunos casos llegaría a duplicar, o incluso triplicar, las duraciones actuales.

Como ejemplo más conocido, la bombilla que hace ya 113 años se instaló en la estación de bomberos de Livermore (California), que continúa permaneciendo encendida desde su instalación y que incluso cuenta con una página web en la que se puede ver al famoso luminoso a través de fotografías o incluso a través de una webcam con la que cuenta, y que emite imágenes cada medio minuto. En definitiva, mientras que las empresas obtienen todos los beneficios de estas prácticas, somos los ciudadanos, como sucede asiduamente, los que salimos perdiendo con esta práctica que nos lleva a consumir productos con plazos cada vez inferiores.

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