Córdoba se detuvo ante la Esperanza: la Magna del 11 de octubre hizo historia

Bajo un cielo despejado y un río de cirios y pétalos, miles de cordobeses fueron testigos de un momento irrepetible: el histórico encuentro entre la Virgen de la Esperanza y la Virgen de la Paz y Esperanza en pleno centro de la ciudad, en una jornada donde fe, emoción y tradición se entrelazaron hasta la madrugada.
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Córdoba volvió a latir al compás de la fe el pasado 11 de octubre de 2025. Las calles de Córdoba se convirtieron este sábado en un escenario de fervor, emoción y encuentro. Más de 150.000 personas abarrotaron el casco histórico para presenciar la esperada Magna de Córdoba, un Vía Crucis extraordinario que reunió a más de 30 hermandades de la capital y la provincia en una jornada que ya se considera histórica. El evento, organizado por la Agrupación de Hermandades y Cofradías, conmemoró el 600 aniversario del primer rezo del Vía Crucis en Occidente, impulsado por el Beato Álvaro de Córdoba.

Jesús del Calvario bajando por la Calle San Fernando.Fotografía: Marta Tavira

La cita, esperada durante meses por cofrades y devotos, superó todas las previsiones y devolvió a la ciudad una imagen de devoción multitudinaria que no se veía desde la Magna Mariana de 2016. Bajo un cielo despejado y con aroma a incienso suspendido en el aire, la ciudad vivió una jornada histórica con la celebración del Magno Vía Crucis, organizado con motivo del 600.º aniversario del rezo del Vía Crucis en Occidente, impulsado por el beato Álvaro de Córdoba. Treinta y cinco pasos, procedentes de toda la diócesis, recorrieron el corazón de la ciudad en una cita que desbordó todas las previsiones y que reunió a más de 150.000 personas en calles, plazas y balcones.

Apostoles dormidos en el misterio del Huerto de Cabra

Apostoles dormidos en el misterio del Huerto de Cabra

Desde primera hora de la tarde, cuando Jesús de la Oración en el Huerto, del municipio de Cabra, abrió el cortejo, el ambiente era de expectación contenida. Las aceras rebosaban de público, familias enteras aguardaban con plegarias y cámaras, y el murmullo de las cornetas anticipaba lo que sería una jornada de emociones cruzadas. Sin embargo, el paso de las horas reveló que el despliegue no sería sencillo. Los primeros retrasos comenzaron a acumularse en torno a la Puerta del Perdón de la Mezquita-Catedral, punto de acceso del recorrido oficial. Cuando el segundo bloque de hermandades iniciaba su trayecto, el Vía Crucis ya cargaba con más de una hora de demora. Algunos pasos, como el Cristo de la Caridad o las Angustias, cruzaron el altar de San Álvaro con casi noventa minutos de diferenciarespecto al horario previsto. Las miradas de los cofrades se cruzaban con resignación y paciencia, mientras el rumor de la multitud crecía.

Portadores de Priego de Córdoba subiendo la calle Claudio Marcelo.Fotografía : Marta Tavira

Pero el pulso de la noche cambió cuando llegó el turno del tercer bloque, el denominado Peregrinos de la Esperanza. Con las hermandades marianas abriendo paso, el ritmo comenzó a fluir con una cadencia más acompasada. La organización, más ligera en esos tramos, permitió que el desfase se redujera y que la procesión recuperara su armonía. Fue entonces cuando la ciudad presenció el instante más conmovedor y simbólico de la jornada: el encuentro entre la Virgen de la Esperanza y María Santísima de la Paz y Esperanza, dos imágenes unidas no solo por el nombre, sino también por la mano de su escultor, Juan Martínez Cerrillo.

Sucedió en la calle Capitulares, frente a la iglesia de San Pablo, entrada ya la madrugada. La Esperanza avanzaba entre un silencio denso, solo roto por el roce de los varales y el leve rumor del público, cuando, al girar, se encontró de frente con la Paz y Esperanza, que ascendía desde la otra esquina del recorrido. La coincidencia fue espontánea, casi milagrosa, y durante unos segundos el tiempo pareció detenerse. Los costaleros bajaron el paso, los capataces intercambiaron una mirada cómplice y las dos vírgenes, iluminadas por la luz dorada de los cirios, quedaron frente a frente en una estampa que nadie olvidará.Entonces, la banda que acompañaba a la Esperanza rompió el silencio con los acordes de “Paz y Esperanza”, una marcha que se deslizó por la calle como un suspiro. Decenas de pétalos cayeron desde los balcones, y el aire se llenó de una emoción tan profunda que apenas podía describirse. Después sonó “Tras tu verde manto”, mientras ambas imágenes parecían inclinarse la una hacia la otra, como si compartieran un secreto. Los cofrades, muchos con lágrimas en los ojos, contemplaban aquella escena sabiendo que asistían a un momento irrepetible: el reencuentro de dos advocaciones hermanas, labradas por el mismo artista y fundidas por la misma devoción.

Virgen de la Esperanza y Virgen de la Paz y Esperanza protagonizando un encuentro histórico a las puertas de la Iglesia de San Pablo , justo en frente del Ayuntamiento cordobés. Fuente :BMM ARAHAL

El encuentro no estaba programado, pero se convirtió en el corazón emocional de toda la jornada. Cuando las bandas callaron, la Esperanza siguió su camino por San Pablo, rumbo a su templo en San Andrés, envuelta en una lluvia de flores y aplausos. La Paz y Esperanza tomó dirección a Capuchinos por Alfonso XIII, entre vítores y una ovación interminable. Era ya más de las dos de la madrugada cuando las dos hermandades se retiraban, y el eco de sus marchas seguía resonando entre los muros antiguos del casco histórico.

La noche se prolongó hasta bien entrada la madrugada. La última en regresar fue la Virgen de la O, que entró en su templo cerca de las cuatro de la mañana, cerrando una jornada que quedará grabada en la memoria de Córdoba. No hubo incidentes destacables, pese al gran volumen de público. Más de seiscientos agentes velaron por la seguridad del evento, que se desarrolló con un civismo ejemplar, aunque algunos vecinos del casco antiguo denunciaron dificultades de acceso y cortes prolongados. Por el contrario, los hosteleros celebraron un lleno absoluto que dejó una notable repercusión económica en la ciudad.

Trasera del Misterio de Jesus Resucitado Córdoba. Fuente: Marta Tavira

Cuando el incienso se disipó y las calles quedaron en silencio, quedó la certeza de haber vivido algo más que una procesión: un testimonio colectivo de fe, de historia y de reencuentro. Córdoba, que tantas veces ha mirado al pasado para encontrarse, volvió esa noche a reconocerse en la emoción de sus cofradías. Porque en el temblor de los cirios, en la música, en el silencio y en el cruce de dos miradas marianas, la ciudad entera descubrió de nuevo su alma.

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