Opinión: Los precios de los restaurantes suben, pero su calidad no
El pasado septiembre, el Instituto Nacional de Estadística cifró en un 4% la subida de los precios de los restaurantes con respecto al primer trimestre. Este incremento es un factor inevitable debido a las circunstancias económicas, pero muchas veces es aun aumento irreal en base al producto.
La industria de la hostelería ha tenido que lidiar con aumentos en sus principales herramientas de trabajo: el precio de los ingredientes, el alquiler de los locales, los salarios, etc. Los costes de producción en un restaurante son complejos y dependen de una cadena de suministros que no siempre está bajo control del establecimiento. Mientras los consumidores vemos cómo los precios de los platos aumentan, la calidad de los ingredientes o la cantidad de comida servida rara vez reflejan ese mismo ajuste.
Es cierto que algunos restaurantes han aumentado sus precios para sobrevivir, pero en muchos casos, lo que se percibe es una subida de precios que no se corresponde con mejoras en el producto. Por ejemplo, una pizza que antes costaba 12 euros ahora cuesta 16, pero sigue teniendo el mismo tamaño y el mismo sabor, o una copa de vino que antes costaba 5 euros ahora sube a 7, pero la calidad no mejora.
Los negocios tienen que subsistir, pero los comensales también han visto afectada su economía desde un tiempo a esta parte y hacerles pagar más por un producto de peor calidad es tomarlos por tontos.
La subida de precios sin un aumento en la calidad de la comida puede desencadenar varias reacciones en los clientes. Algunos se adaptan a los nuevos precios como parte de la situación que nos toca vivir, pero muchos otros, con toda la razón del mundo, pueden sentirse engañados y optar por ir a otros lugares que ofrezcan una mejor relación calidad-precio. De hecho, la competencia en este sector ha crecido tanto que, hoy en día, los comensales tienen una variedad de opciones que les permite elegir restaurantes que mantengan precios razonables sin sacrificar calidad.
La experiencia del cliente no solo depende del precio, sino también del trato, el ambiente y, por supuesto, la comida. Cuando el cliente percibe que ha pagado más por algo que no ha mejorado, se genera una desconexión que puede llevar a la insatisfacción y, en última instancia, a la pérdida de fidelidad. Muchas veces los restaurantes reducen personal, lo que provoca un exceso de clientela que no puede ser atendida por los pocos trabajadores contratados.
A largo plazo, los negocios que logren equilibrar precios con una experiencia gastronómica positiva, serán los que realmente consigan captar y fidelizar a sus comensales. Aquellos que sigan subiendo los precios sin ofrecer una mejora tangible en la comida o la experiencia probablemente se encontrarán con una clientela cada vez más escasa.
Jefe de sección de gastronomía y redactor de deportes.