La Comunidad Valenciana ha sufrido uno de los mayores desastres naturales recordados en la historia de España. Millones y millones de litros de agua se adueñaron de las calles de los pueblos que rodean a la ciudad de Valencia. Paiporta, Massanassa, Catarroja, Alfafar, Albal, Aldaia, Benetússer, Sedaví, Silla y así hasta llegar a los más de cincuenta pueblos afectados por esta tragedia.
Barro que atasca el alcantarillado de todos los pueblos por donde ha llegado a pasar ese agua, que provoca ese desborde de lodo por todas las calles de las diferentes poblaciones. Familias que por desgracia han perdido a alguno de sus seres queridos, familias que incluso han llegado a fallecer todos, un daño material innumerable y algo tan doloroso la pérdida de todos esos recuerdos que forman tu vida, como puede llegar a ser tu simple álbum de fotos antiguas en la que tus hijos son pequeños o fotos de tus padres que se fueron anteriormente a esta desgracia. Hambre y suciedad, mucha suciedad, destrozos en las casas, pérdidas de muebles, coches, puertas reventadas y de nuevo más barro. Esta es la realidad de lo que el pueblo Valenciano está viviendo y lo que una persona que hace un voluntariado en Valencia para colaborar con el pueblo afectado por la DANA se trae como recuerdo.
En nuestro caso, nuestra experiencia como voluntarios ha sido enriquecedora por ayudar a toda aquella persona a la que le hemos podido prestar un poco de nuestra buena atención, aunque no podremos olvidar en el resto de nuestra vida lo duro que es conocer y apreciar con nuestros propios ojos la pena tan grande que sienten todos estos pobres valencianos que han sido dañados por la DANA.
Pilar, una mujer vecina de Catarroja, uno de los pueblos más afectados por este desastre, fue la mayor casualidad y a la vez lo mejor que nos pudo pasar a mi y a los tres amigos con los que emprendí esta aventura. Nos acogió en su casa, nos dio una ducha, un plato de comida y un sitio para dormir, y todo eso a cambio de unas simples botas de agua y un poco de ayuda. Como ella hay muchos afectados que actúan de la misma forma con los voluntarios que vienen a ayudarles con la limpieza de sus casas o con una simple donación de alimentos o productos de limpieza.
En nuestro segundo día, tomamos la decisión de acudir a Paiporta, zona cero de la catástrofe y sin lugar a dudas la más afectada de todas. Aquí el olor era horrible, las infecciones estaban aseguradas si te hacías un simple rasguño, el destrozo que se podía apreciar por las calles asustaba, y en el momento que pasamos por ese ya conocido “Barranco del Pollo” nos dimos cuenta de que sí, que todo eso era real, que la barbarie que habían vivido cuando ese barranco se desbocó era existente. Pasamos la tarde completa en una farmacia, la única que estaba operativa del pueblo de Paiporta, un pueblo de 30.000 habitantes, y donde por supuesto el barro llegó a más de un metro de altura.
Finalizada nuestra labor en estos dos pueblos, ya que dos eran los días con los que contábamos para estar allí, nos pusimos en marcha hasta Elche, ya que nuestro pueblo, Alcalá del Río, se volcó colaborando con nosotros para llevar cualquier producto que fuese necesario a las víctimas. Allí compramos siete máquinas de agua a presión para la limpieza de hogares y calles en las que abundaba el lodo. Por suerte, un familiar de Pilar, nuestra Pilar, a diario acudía a Catarroja a llevar todos los productos que iban haciendo falta y eran necesarios, y por mediación de ella conseguimos llegar a su casa para dejarle la maquinaria que habíamos comprado. El trato que recibimos fue muy similar al que nos había dado Pilar, nos pusieron a nuestra disposición su hogar para todo lo que nos hiciese falta.
Tras descargar las máquinas de agua a presión y recibir algo de comida por parte de estos familiares de Pilar, la expedición de jóvenes alcalareños ponía rumbo de vuelta a casa, con una enorme satisfacción y esa pena interna que todo voluntario trae de vuelta de Valencia.
Estudiante de periodismo, apasionado del mundo del toro y cofrade.