Olivenza, el municipio de Badajoz que sigue dividiendo España y Portugal
Olivenza representa uno de los pueblos más destacados en Extremadura, situado en la frontera entre España y Portugal. Su pertenencia al país vecino comenzó en 1297 pero concluyó al ser decretado español por virtud del artículo III del Tratado de Badajoz el 6 de junio de 1801. La controversia generada tras este acuerdo ha perdurado a lo largo de los años, afectando a las relaciones diplomáticas entre ambos países.
El ministro de Defensa Nacional portugués, Nuno Melo, ha comentado en recientes declaraciones su intento de devolver a su país el municipio “Olivenza es portuguesa, naturalmente y no es ninguna provocación” , según ha recogido El País. Estas palabras han dado lugar a una nueva polémica a la que los ciudadanos se muestran ajenos.
Justi Martínez, una señora de 80 años que lleva toda su vida viviendo en la localidad, ha expresado a EUSA NEWS su sentimiento ante este debate: “Para mí este pueblo es tanto español como portugués, he convivido con ambos dialectos y culturas desde la niñez. Lo que me importa es la convivencia y no tanto de quién es la tierra, sino cómo somos como pueblo y vecinos ”
La contienda, que no ha afectado a la vida cotidiana de los ciudadanos, ha generado interés por el lugar, lo que ha atraído mejoras en el turismo y proyectos en el pueblo que trata de adaptarse a las circunstancias. Rosa María Cordero, de 50 años, trabajadora y vecina del municipio espeta que “nací y me crié en Olivenza, se ha vivido bien siempre sin importar a quien perteneciera, tiene rasgos de ambas partes y eso es lo que lo hace único y es lo que realmente prevalece. Es un lugar entrañable del que puedes observar y aprender muchas cosas además de que crece día a día”.
Por su parte Guillermo Fernández Vara, expresidente de Extremadura, no se ha quedado atrás ante las declaraciones y comenta que los oliventinos” son hijos de España y Portugal, lo llevan en el alma, es el pasado, presente y futuro”, según refleja El País.
Los gobiernos de ambos países continúan en la disputa de a quién pertenece el pueblo mientras los ciudadanos siguen adelante conscientes de su riqueza cultural que va más allá de las fronteras, sin decisiones ni dependencias políticas sino disfrutando de la diversidad y la convivencia.