La madre de un bebé con bronquiolitis: “No tengo miedo pero estoy preocupada”

La acumulación de moco en las vías más pequeñas de los pulmones puede durar hasta doce días
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El virus sincitial es el principal responsable de la bronquiolitis. Imagen: Departamento de Salud de EEUU

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Marina cuida a su bebé Enrique en su hogar, el cuarto piso de un edificio muy cercano al centro de Almería. El pequeño, de apenas cuatro meses, llora cada pocas horas porque tiene hambre y disfruta con la música. En la televisión, las noticias hablan de las infecciones por estreptococo A con la misma intensidad que hace unas semanas lo hacían sobre la bronquiolitis.

“En el telediario cada día hablaban de los nuevos contagios”, confirma la madre, que comenzó a buscar en redes sociales más información. Hace pocos días, Enrique comenzó a moquear y toser. “Empezó con un resfriado común pero tres días después la tos le cambió”, asegura. No se preocupó demasiado al principio. Uno de esos catarros tan comunes con el cambio de tiempo y la llegada del frio, que ha sido el protagonista del puente de la Constitución.

Cuando esa tos cambió, Marina se preocupó. “La de bronquiolitis es bastante característica”, explica. Sus conocimientos sanitarios le ayudaron a no dudar sobre lo que estaba pasando. Trabajó como auxiliar de enfermería durante lo peor de la pandemia, cuando eran considerados héroes que salvaban vidas. Ahora, está centrada en el cuidado de su primer hijo. “Inmediatamente pedí cita para el pediatra”, cuenta desde su casa, donde protege a su bebé del mal tiempo que asola Almería, con días donde se ha duplicado la lluvia habitual de todo el mes de diciembre.

Enrique es uno más de los infectados con bronquiolitis. Según datos recogidos por el Instituto Carlos III, la tasa de hospitalización en menores de cuatro años está en 105,1 por cada 100.000 personas. “No tengo miedo pero sí estoy preocupada”, confirma Marina, que ha intentado proteger al máximo a su bebé.

“Algunos familiares venían a casa sin avisar y cogían al niño sin preguntarme”, asegura. Este gesto, tan normal cuando hay cerca un bebé, es uno de los “prohibidos” para los pediatras, que han pedido a los adultos reducir el contacto con los más pequeños, que tienen un sistema inmunitario menos desarrollado.

A Enrique ahora solo le falta tiempo para recuperarse. “El pediatra no me dio ninguna recomendación especial, no hay tratamiento específico para esta patología”, explica. Marina sí deberá tener una especial atención a la evolución de la enfermedad de su bebé. “Hay signos peligrosos como que al respirar se le noten las costillas, que vomite en exceso o que se ponga morado”, concluye.

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