Has leído bien el titular. Eso parece que abunda en el seno de muchas hermandades. Tras clausurar el Año de la Misericordia por todo lo alto, solo nos queda recordar lo que acabamos de vivir. Para muchas diócesis, este periodo se ha vivido con mucha intensidad al final de su etapa en cuanto a cofradías se refiere. Queda atrás la transcendetal salida extraordinaria del Señor del Gran Poder en Sevilla, el besapiés magno de Málaga, la procesión magna de Huelva, la salida extraordinaria del señor de la Misericordia de Jerez y la dolorosa de la hermandad del Transporte de la misma ciudad, el cierre del año de la Misericordia en Sanlúcar con el titular de la hermandad de los Dolores, así como en San Fernando, el Puerto de Santa María y Chipiona; y otros muchos más que seguro se ha celebrado. Lo que si que seguro que el año declarado por el sumo pontífice Francisco, quedará como eso, el año de las procesiones extraordinarias; tal y como ocurrió con el año de la Fe en el 2013.
Si nos paramos a pensar, ¿estamos los cofrades concienciados que el año de la Misericordia no era, precisamente, sacar a las imágenes del mismo nombre a la calle? Aunque es evidente, estas procesiones, además de mostrar la fe católica públicamente, también ha beneficiado a los millares de establecimientos en su economía cada vez que ha habido un acto de estas características. Pero obviando esto, el año de la Misericordia era para realizar muchos exámenes de conciencia más que sacar pasos a la calle. No he visto retiros espirituales de ninguna hermandad, ni un acto caritativo donde no haya cogido ningún euro la cofradía de turno, ni una campaña a favor de la fundación tal… En eso se debería haber quedado, en tener la mente tranquila realizando alguna obra de misericordia. Como dijo el obispo de Jerez en la clausura de este año “nosotros cerramos la puerta santa de la Catedral pero que la de nuestro corazón nunca se cierre´´, espero que muchos de los que allí estaban le cogieran la palabra a Mazuelos.
Por otro lado, espero que el obispo de Roma tarde en declarar otro año con una connotación especial, y no por su intención de un mundo pacífico y cristiano, sino porque los cofrades cogemos cualquier oportunidad para sacar un paso con el santo que tenga la misma advocación que el año promulgado.