La masacre de Cromañón, un antes y un después en el rock barrial
En los primeros años de la década de 2000, el rock barrial ganó gran popularidad en Argentina, convirtiéndose en la voz de una generación marcada por la crisis financiera de 2001, el paro generalizado y la falta de perspectivas. Este subgénero, conocido por sus letras directas y simples, abordaba temas como la desigualdad, la lucha diaria, el desamor y la amistad. Bandas como Callejeros, La Renga y Los Piojos se erigieron como símbolos de resistencia y esperanza para los jóvenes.
Los conciertos generalmente se realizaban en clubes de barrio y boliches que se adaptaban como espacios para tocar. Estos lugares ofrecían una conexión especial entre el público y las bandas, pero también reflejaban las condiciones precarias del ambiente: techos bajos, salidas de emergencia mal señalizadas y un aforo que solía superarse. La relación entre los artistas y sus seguidores era intensa, con una participación activa del público a través de cánticos, pogo y el uso de bengalas, una práctica que, aunque popular, era peligrosa.
En este contexto, sucedieron los hechos de la noche del 30 de diciembre de 2004, en la sala de eventos República Cromañón, donde el grupo Callejeros ofrecía un concierto. En pleno show, una bengala encendida impactó contra el techo del recinto, revestido con espuma de poliuretano utilizada para insonorizar el lugar. Este material, altamente inflamable, se prendió rápidamente, generando una nube tóxica que inundó el espacio.
La situación se agravó porque las puertas de emergencia estaban cerradas con candados, una medida utilizada por el dueño del local para evitar que la gente entrara sin pagar. El pánico se apoderó de los asistentes, quienes buscaron desesperadamente una salida entre el humo y la multitud. En medio del caos, muchos quedaron atrapados.
La cifra oficial fue de 194 muertos, muchos de ellos adolescentes, y más de 1.400 heridos. No solo fallecieron los asistentes que quedaron atrapados dentro del recinto, sino que, debido a la inhalación de humo tóxico, algunos de los que lograron salir al exterior sucumbieron lentamente. Según testimonios de sobrevivientes, varios lograron salvarse gracias a que compañeros les indujeron el vómito, un acto que permitió la expulsión de parte del contenido tóxico previamente inhalado.
Las consecuencias psicológicas, físicas y sociales de este evento persisten hasta hoy. Esta tragedia no solo conmocionó a Argentina, sino que también expuso un sistema corrupto y negligente, en el que empresarios, inspectores municipales y funcionarios permitían irregularidades a cambio de sobornos.
La tragedia de Cromañón marcó un punto de inflexión en la organización de eventos masivos en el país. Las bengalas, que anteriormente formaban parte del folklore del rock barrial, fueron completamente prohibidas en espacios cerrados. Las inspecciones a locales se volvieron más estrictas, y muchos lugares emblemáticos para la música en vivo cerraron por no cumplir con las normativas.
Además, la masacre tuvo un impacto profundo en la música. Callejeros, la banda que tocaba esa noche, generó divisiones: algunos los defendían como víctimas, mientras que otros los culpaban por haber fomentado el uso de pirotecnia en sus conciertos. El rock barrial perdió protagonismo, y las canciones comenzaron a adoptar una mirada más introspectiva y crítica hacia la sociedad.
Este año, la plataforma Prime Video estrenó una serie basada en la tragedia, que combina documental y ficción para explorar las causas y consecuencias de lo sucedido. Con recreaciones, entrevistas a sobrevivientes y familiares, y un profundo análisis de la época, la serie busca no solo narrar lo ocurrido, sino también reflexionar sobre ello.
Uno de los aspectos más apreciados es cómo expone la dimensión humana: desde los relatos personales de aquellos que estuvieron presentes esa noche, hasta el luto y la lucha incansable de los familiares por la justicia. A su vez, muestra las deficiencias del sistema político y judicial, poniendo en duda la gestión de las responsabilidades penales y las sentencias.
Al mismo tiempo, la serie funciona como un homenaje a las víctimas y como un recordatorio de la importancia de no repetir los errores del pasado. La producción ha tenido un fuerte impacto en el público, especialmente en las nuevas generaciones que no vivieron Cromañón.