Glovo, explotación laboral a ojos de todos

En la era de la inmediatez y la conveniencia, el surgimiento de empresas españolas como Glovo ha transformado radicalmente la forma en que la sociedad interactúa con el mundo. Con solo un simple click en la pantalla de un móvil, es posible acceder a una amplia gama de productos y servicios, desde comida hasta artículos de primera necesidad, y recibirlos en la puerta del hogar en cuestión de minutos. Glovo, una de las principales empresas de entrega a demanda del mundo, ha sido pionera en este mercado emergente, ofreciendo una plataforma que conecta a consumidores con repartidores dispuestos a satisfacer sus necesidades en tiempo real.
Sin embargo, detrás de la fachada de eficiencia y comodidad que define la experiencia del usuario de Glovo, se encuentran una serie de complejidades y desafíos que definen la realidad laboral de aquellos que trabajan dentro de su ecosistema. Desde los repartidores que recorren las calles de la ciudad para entregar pedidos hasta los empleados que gestionan las operaciones detrás de escena, cada uno juega un papel fundamental en la cadena de suministro que sostiene el funcionamiento de la empresa.
Pero este rápido ascenso al éxito no ha estado exento de controversia y críticas. A medida que Glovo ha crecido, también lo han hecho las preguntas sobre las condiciones laborales de sus repartidores, la seguridad de sus servicios y su impacto en la economía local. Las acusaciones de precarización laboral, falta de protección social y competencia desleal han generado debates sobre la responsabilidad corporativa y la necesidad de regulación en un mercado que sigue evolucionando rápidamente.
El “fenómeno Glovo”
¿Cuál es el sistema de explotación de esta empresa?
El modelo de negocio de Glovo se basa en la figura de los llamados “falsos autónomos”. En Sevilla hay 186 glovers en activo. Estos, son autónomos que trabajan bajo condiciones que se asemejan más a empleados dependientes. Todo ello, con el objetivo para la empresa de evadir responsabilidades laborales, así como seguros y prestaciones sociales. No es más que un fraude laboral que además de reportar beneficios a la empresa deja vendidos a sus trabajadores ante cualquier contratiempo. Por tanto, Glovo incumple sistemáticamente la normativa laboral, contratando como autónomo a quien debería ser empleado por cuenta ajena.
Pero no solo eso, un reportaje de “El Salto Diario” ha destapado otra de las tramas en las que Glovo también habría atentado contra los derechos de los trabajadores. Según este periódico, estamos ante una “fórmula mágica de explotación”, donde los repartidores son, en un gran porcentaje, inmigrantes sin papeles que trabajan largas jornadas por un salario ínfimo. Un informe de “Metrópoli Abierta” profundiza en esta realidad de trabajadores ilegales, los llamados “riders invisibles”, quienes son el eslabón más bajo dentro de la precarización laboral en plataformas de reparto a domicilio. Estos, trabajan con cuentas alquiladas y a cambio dan beneficios a sus titulares – sobre un 30%, aunque puede ser incluso más -.
La explotación laboral hacia migrantes es una realidad dentro de la economía española. Las grandes empresas se aprovechan del estado de vulnerabilidad de estas personas, que no tienen dónde elegir y escogen opciones como esta pese a no tener permiso de trabajo y aceptando condiciones deleznables. En 2023, la empresa Glovo – propiedad del grupo alemán Delivery Hero -, alcanzó un valor de multas por encima de los 200 millones de euros. Esta sanción proviene del uso de falsos autónomos y el empleo de migrantes sin permiso de trabajo y está encabezada por la Inspección de Trabajo y Seguridad. Esto significa dos cosas: la primera, Glovo desde 2022 es poco sostenible y sus beneficios como empresa son escasos (de hecho, si no dependiera de un grupo empresarial de tal magnitud, ya habría desaparecido); y que el maltrato a trabajadores por parte de la empresa es una realidad, algo demostrado y que debería obtener una solución ya.
Se hace llamativo que en la actualidad el modelo, además de ir en contra de los derechos fundamentales de los trabajadores, no es rentable para la propia empresa y aún así la epidemia no cesa; al contrario, cada vez vemos más riders con el macuto amarillo de Glovo por nuestras calles. ¿Realmente las multas están afectando a la empresa? ¿Por qué cada vez proliferan más estos trabajadores?
Pues bien, queda claro que estas sanciones no son suficientes y que la empresa sí encuentra financiación bajo este sistema de abuso laboral cuando sigue con él. Estas situaciones necesitan investigaciones de mayor profundidad, para que la ley castigue este caso global de explotación.
Ante estas multas, la empresa ha respondido asegurando que su modelo laboral ofrece a sus trabajadores flexibilidad y autonomía; en cambio, estas sanciones reflejan lo contrario. Además, son un grave problema dentro del mercado laboral, pues estos salarios tan precarios permiten a la propia empresa cobrar unas tasas mínimas, lo que hace que los clientes elijan esta opción para sus casas. Esto no es más que una competencia desleal, que impide al resto de empresas de este gremio (“delivery”) poder competir ante esta situación.
Otro de las aristas de este “fenómeno Glovo” es la dificultad de seguimiento y denuncia de estos delitos. Pese a que se cuentan con leyes, como la Ley Rider (que se planteó como objetivo evitar una práctica de contratación de estas personas como autónomos, con la clara finalidad de mejorar sus condiciones económicas y de trabajo) o la Ley de Extranjería, que facilita la tramitación del permiso residente para este tipo de personas, que ha sido laboralmente explotada; la realidad es otra. Aplicar este tipo de leyes en otros ámbitos laborales como una nave o una fábrica presenta más facilidades pero la situación se encrudece con plataformas como Glovo, donde no hay lugar físico de reunión entre trabajadores. Este hecho supone que la aplicación de leyes restrictivas para la explotación laboral sea una tarea casi imposible.
Un caso real
Hay que reseñar que la gran mayoría de los trabajadores de esta empresa se oponen a realizar declaraciones sobre la misma. Todo se debe al miedo de ser despedidos, pues sus condiciones personales y económicas hacen que no tengan capacidad de elección alguna. Es una situación tan triste como real.
J.M, un colombiano que lleva trabajando en Glovo como autónomo por dos años, hace hincapié en el funcionamiento desfavorable de la empresa. Asegura que, para entrar a trabajar en Glovo solo hace falta descargar una app, insertar tus datos y nada más. Esta facilidad es una de las claves por las que tantos inmigrantes accedan a esta opción laboral. Asegura, que la gestión de los repartos es “una basura”, dado que en ocasiones cuesta el dinero al repartidor. No tienen en consideración la distancia de los repartidores, que en ocasiones tienen que cruzar la ciudad para no ganar prácticamente nada.
Aparte de los sueldos precarios, este rider señala como otro de los problemas de Glovo los tiempos de espera. “Muchas veces en la aplicación dice que el pedido estará listo en 3 minutos cuando nosotros esperamos 20, lo que hace que el cliente escriba molesto y encima seamos nosotros los que tenemos que dar la cara”. También incide en que no tienen en cuenta la gasolina que gastan las motocicletas, así como tampoco las condiciones meteorológicas, dado que a la empresa le es indiferente que llueva o truene, los mandan a la calle y sin ninguna compensación extra.
Otro caso que se hizo bastante viral en redes fue el que realizó el youtuber Sergio Begueria, que durante un mes estuvo trabajando como repartidor en Glovo para ponerse en la piel de estos trabajadores. Tras estos días, consiguió sacar una media de cuánto dinero cobra un rider por hora. El resultado fue en torno a 7 euros/hora – esto optimizando al máximo los días y horas, es decir, si en lugar de trabajar sábado y domingo, lo hiciera lunes y martes, no llegaría ni a 6 euros/h- . Puede parecer un sueldo “aceptable”, pero hay que recordar que estos repartidores trabajan como autónomos, por lo que el salario se ve reducido drásticamente.
A medida que este tipo de empresas experimentan un crecimiento de tanta importancia, es importante que tanto las autoridades laborales como la sociedad tomen medidas para garantizar unas condiciones justas. La explotación laboral no solo ataca a los principios y la justicia en el mercado laboral, sino que directamente es una explotación laboral. Un grave problema que ya debería estar atajado, pero nada más lejos de la realidad. El problema radica cuando las grandes multinacionales aplican sus vacíos legales para sacar un mayor rédito.
