OPINIÓN: ¿El lujo del séptimo arte, o un séptimo arte de lujo?

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Me encanta el cine; sí, el séptimo arte que a tantas multitudes embauca y hace suyas. Quizá es uno de los mundillos culturales más amplios y creativos a los que ha dado lugar el hombre. Y hoy mismo he visto un vídeo que resume su historia en 3:34 minutos; en él se van alternando escenas claves de películas históricas, desde los inicios mismos del cine, comenzando con la legendaria cinta de los hermanos Lumière, L’arrivée d’un train en gare de La Ciotat, aquella que cuando fue por primera vez proyectada en la gran pantalla, en 1895, causó pánico en la audiencia pensando que el tren saldría de la pantalla y atropellaría a todos. El corto termina vislumbrando momentos de grandes películas actuales como Avatar, 12 Años de Esclavitud, o Gravity, de Alfonso Cuarón. Esta transición de escenas me ha hecho pensar en el gran cambio que ha sufrido la industria cinematográfica a lo largo del tiempo, donde los efectos especiales parecen haber marcado dicho paso.

Mas a mi juicio, de esa evolución no sólo han formado parte la caracterización de las cintas, sino la valoración del público. Antes el cine no era más que un mero entretenimiento de domingo, un ámbito al que sólo unos cuantos afortunados tenían acceso. Sin embargo, hoy podemos decir que se ha vuelto más accesible a todos.

En estos últimos años han nacido universidades que enseñan esta disciplina y abre camino a los más talentosos; y eso es de agradecer para los amantes de la gran pantalla.

Aunque no pensemos que toda esta demanda no tiene más repercusión que más críos cineastas; también ha conllevado un aumento de precio de todo a lo que a él se refiere.

Recuerdo que cuando yo era niña, el cine no costaba más que tres euros y las películas inéditas no valían más de diez. Ahora con suerte contamos con esos miércoles, 'día del espectador' en el que podemos disfrutar de un filme por un importe menor, pero sin pensar en adquirir una cinta original, eso sería tirar la casa por la ventana.

Y es que hemos otorgado tanto mérito a los protagonistas de las películas y realizadores de la misma, que olvidamos que, nosotros, los espectadores, somos quienes hacemos que triunfen. Díganme si no es injusto tener que hipotecar la casa para poder invitar a un amigo al cine, o celebrar un cumpleaños allí. Es una exageración, pero, ¿acaso no es lo que podría pasar de aquí a un lapso de tiempo?

Hablo de cine, pero también podría incluir el tema literario. ¿Cómo soportamos que un libro sea menos asequible que una botella de alcohol? ¿Este es el mundo que queremos crear, falto de razón y rebosante de ignorantes que nunca sabrán quién fue Charles Chaplin o Quevedo?

Parece que la cultura no es un pilar fundamental en la sociedad de hoy, y que la población, marioneta de los líderes gubernamentales tenemos que observar como permanecen las bibliotecas y salas de cines vacías, y como nuestros menores, hijos, hermanos, sobrinos, desconocen la importancia de una ciencia que no sólo abarca afición y regocijo, sino también conocimiento del mundo, la vida, y la libertad.

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