Reorganizar, no limitar: El desafío de la Semana Santa de Sevilla

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Ssanta 2025
Nuestro Padre Jesús de la Salud por la Plaza de la Campana// Hermandad

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La Semana Santa de Sevilla 2025 ha sido, como siempre, un estallido de belleza, fe y pasión, pero también —y no podemos obviarlo— un espejo de algunos problemas que ya veníamos viendo en los últimos años: los retrasos acumulados, las interminables filas de nazarenos y la saturación en los recorridos más céntricos. No es una cuestión de anécdotas aisladas; es una realidad que amenaza con afectar a la esencia misma de nuestra celebración.

Es evidente que algo hay que hacer, pero no comparto la visión alarmista que propone simplemente recortar el número de nazarenos. Limitar de forma estricta la participación sería ir en contra del alma popular de la Semana Santa. Cada túnica que se ve en la calle representa una promesa, una fe transmitida de generación en generación, una historia personal que nadie debería cercenar por la vía de la regulación. ¿Quién decide qué promesa puede entrar y cuál no? Esa no puede ser la respuesta.

La solución debe pasar por una reorganización integral y valiente del orden, los horarios e incluso los itinerarios de las cofradías. El actual esquema, que en buena medida responde a criterios históricos y tradicionales, tiene que ser repensado con generosidad y sentido común. No puede ser que la sacralización de ciertos turnos o recorridos tradicionales ahogue al conjunto de la Semana Santa. Hay que replantear desde la hora de salida hasta el trazado de los recorridos, buscando fluidez y sentido práctico, siempre respetando el carácter propio de cada hermandad.

Además, las administraciones municipales y el Consejo de Hermandades deben trabajar de la mano para diseñar vías alternativas, facilitar espacios de desahogo y evitar los tapones humanos que hemos vivido en zonas como la Campana o la Avenida. Se puede ser respetuoso con la tradición sin ser esclavos de un esquema que ya no responde a la realidad de hoy.

Respecto al aumento de los cortejos, no se trata tanto de ponerle un tope al número de nazarenos como de mejorar su gestión: controlar mejor las entradas y salidas, aumentar la disciplina interna, acortar los tiempos muertos entre tramos y hacer un esfuerzo real para que las procesiones mantengan un ritmo ágil pero digno. En definitiva: optimizar, no recortar.

La Semana Santa es un tesoro vivo, no un museo. Por eso mismo, necesita adaptarse para sobrevivir. Y la adaptación no debe ser un sacrificio del alma de nuestras cofradías, sino una oportunidad para que Sevilla siga ofreciendo al mundo su milagro más bello, ordenado y sin perder un ápice de su emoción.

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