2ª de abono: De la dimensión de Calerito a las orejas por castigo
A los “leones” que son aficionados a los toros les salió redondo el fin de semana. Ver a tu equipo como campeón de copa y al día siguiente, en tarde de temperatura extraordinaria, toros en la plaza más bella del mundo. El panorama taurino traía el fundamento del aficionado debajo del brazo. De esas tardes de comentarios cortos y directos de los mayores que corren por los tendidos como pequeñas citas de un evangelio no escrito, pero de un peso innegable. Pero esto, al parecer, también está diluyéndose. ¿Quién se acordará de los dos trofeos otorgados? El público y ahora parece también que el aficionado, tiene una alarmante sed de triunfo. De un triunfo porque sí. Y hoy me dio verdadera pena por estos tres espadas, que lo que no necesitan es de un triunfo efímero y que únicamente dure un par de días. Calerito ha dado una tarde sensacional con dos faenas medias, pero otorgándole a su discurso torero una entrega monumental. Vamos al turrón.
La tarde la caldeó Lama de Góngora cuando se quedó, el preciosísimo primero, en los vuelos del capote. Las verónicas fueron maravillosas, de muñecas quebradas y manos bajas y hasta los terrenos cercanos a la boca de riego. Convencer a base de temple siempre será la mejor opción. Y lo hizo. Cuando todo quedaba en las manos de Pedro Morales “Chocolate”, toreando fabulosamente a caballo por cierto, una voltereta quebró al animal. A partir de ahí tendió hacia los adentros por el pitón derecho. Fernando Sánchez y Juan José Domínguez completaron un tercio de banderillas muy bueno. Lama lo intentó pero su oponente echó el freno pronto. Ovación tras aviso previo atragantamiento con la tizona.
El segundo, muy en Murube pero excesivamente gordo, notó en su movilidad la caja honda y pesada que lucía. Desarrolló la clase habitual del encaste, pero se fue apagando conforme avanzaba la faena de Ruiz Muñoz, a quien se le vio perdido en un mar de dudas sin concretar terrenos y planteamiento. Dejamos aparte el gusto de los pequeños detalles. Por cierto, lo de ver a Lili con otro torero que no es Morante se hace raro a la vista. Se atascó con la espada el sevillano y escuchó el segundo aviso de la tarde.
Calerito, además de ser todo ganas y actitud, es un buen torero. Lo que ocurre es que no se puede ser buen torero sin tener en la boca la miel que da la regularidad en cuanto a compromisos, la que da, en definitiva, torear con asiduidad. Sorteó en tercer lugar lo que es, para un servidor, el paradigma de aquello que se hace llamar “el toro de Sevilla”. “Noticia” era bajo, perfectamente hecho, como si saliera de los pinceles de un artista o de la cabeza de cualquier aficionado, con la cara recogida pero con seriedad. Una auténtica pintura. Jesús Mejías le hizo una buena lidia, con sus tiempos bien administrados. Se tiró de rodillas Calerito en los medios, dejando un enorme natural y un largo pase de pecho ante la explosión de un público entregado. Faltó rotundidad en las series, pero hubo emoción, toda ella en dosis de cuatro derechazos y el de pecho. Como he dicho, el de Aznalcóllar es buen torero y hay que seguir viéndole… cuando nos dejen. Mató de una estocada tendida (tres dedos) y se le concedió una oreja justita en mi opinión.
La realidad es que Lama de Góngora jugó sus cartas inteligentemente, con solvencia y lucimiento en este cuarto capítulo. La mano izquierda fluyó cuando el animal se vaciaba hacia la querencia. La cuestión viene por la decisión del presidente: creo que deberíamos separar la dimensión de Lama de Góngora del hecho en sí de habérsele otorgado el trofeo. Deberíamos separar los suaves naturales recetados en terrenos del once de cómo el palco, con una estocada caída (otros tres o cuatro dedos), otorga una oreja a una faena que, por culpa de la mansa e irregular condición del cuarto, no tuvo el peso necesario para el premio. Lo de que media plaza aplauda a un mansurrón en el arrastre también es para preocuparse.
En el quinto se vivió uno de esos capítulos que creíamos que habían quedado en las páginas de los libros, de la historia. Ruiz Muñoz no quiso ver a su segundo animal. Inseguro y sin un ápice de firmeza, el torero agarró rápido el acero para, en la misma onda, seguir intentando darle pasaporte cuanto antes. “Los genes”, se llegó a escuchar. Ojalá la torería que tiene dentro, que la tiene, florezca en días posteriores. Lo que dudo es que sea aquí, en la Maestranza.
En el sexto, Calerito le recetó a su enemigo varios naturales de mérito en una faena con altibajos, muy cantada pero con altibajos. De nuevo, el personal sucumbió ante esa sed de triunfo descrita en la introducción de la crónica. Ver, algunas veces, donde no hay. De nuevo, otro trofeo que hay que separar del querer y de la torería del matador. Buena tarde de Calerito, que se recordará más por cómo estuvo que por otra cosa.
Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
2ª de abono. 1/2 plaza.
Se lidiaron de Fermín Bohórquez: muy bien presentados pero faltos de fondo y con cierta mansedumbre. Encastado el 3º.
Lama de Góngora: ovación tras aviso y oreja.
Ruiz Muñoz: silencio tras aviso y bronca tras dos avisos.
Calerito: oreja y oreja tras aviso.
Se desmonteraron Fernando Sánchez y Juan José Domínguez.
FOTOS: MAESTRANZAPAGES
Amante empedernido del periodismo, me encuentro en una fase de apasionante aprendizaje en la universidad. En cuanto a gustos, la tauromaquia, el mundo del motor y las cofradías son mis favoritos.