Opinión: ‘Las chicas están bien’, la nueva película de Itsaso Arana

Las chicas están bien, la ópera prima con la que debuta Itsaso Arana, es una película cargada de sensibilidad y sencillez. Es, de hecho, una conversación fresca entre amigas

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Decía la estrella de cine estadounidense Jane Fonda, que las amistades entre mujeres son bien distintas a las amistades que tienen los hombres. «Vosotros os juntáis para mirar un partido, beber una cerveza, o mirar coches. En cambio, las mujeres, cuando quedamos, nos miramos entre nosotras». Y eso tiene algo de ternura, de erotismo y de sensibilidad, como un manifiesto a favor de mostrarnos vulnerables.

Y esto es lo que muestra precisamente Las chicas están bien, la nueva película o película ensayo, o cuento de verano, o incluso película documental de la actriz y ahora directora Itsaso Arana. «¿Te ha gustado? Seguro que era una de esas películas raras que a ti tanto te gustan y que solo echan en el Cine Avenidas. ¿Y de qué iba?» son las preguntas a las que me enfrenta mi madre al llegar de verla a casa. Tan solo se me ocurre decir que en realidad, más que en el cine, he pasado la tarde con mis amigas. Amigas con nombres que jamás ella hubiera imaginado. Porque aquella tarde gris de cine, cuando el verano parecía más que terminado en Sevilla, me había teletransportado a una casa de campo, a una tarde soleada con amigas las actrices Irene Escolar, Bárbara Lennie, Itziar Manero, Helena Ezquerro y la propia Itsaso Arana donde habíamos hablado de temas igual de importantes como banales. De amor, de orfandad, de miedos, de belleza, de vulnerabilidad, de futuro. Así que, a la última pregunta de mi madre, al «¿y de qué iba?», respondí escueta pero exacta: Iba de mis amigas. Iba de mí.

De esta forma, podría decirse que la trama visible a los ojos es la de cuatro amigas actrices y una escritora que pasan una semana ensayando una obra teatral en un antiguo molino de Astorga (León) con princesas, sapos y guisantes incluidos. Pero la trama esencial aquella que como dijo otro príncipe, es invisible a los ojos trata de cómo cada una de estas mujercitas se salva sola de sus miedos: del miedo a abandonar a una hija en este mundo, del miedo a que te rechace quien amas, del miedo a no enamorarse nunca, del miedo a olvidar a una madre, del miedo a no tener éxito con algo propio, como una obra o una película.

Así, el film se va configurando alrededor de conversaciones tan reales como ficticias porque recordemos que todo es un mero ensayo teatral, donde se juega magistralmente con los contrastes: enaguas, doseles y corsés, pero verbenas, audios de WhatsApp y carencia de cobertura al mismo tiempo. Porque en esencia, poco distan las preocupaciones existenciales de este siglo y del pasado. Sin embargo, el cambio radical en esta obra reside en que son ellas mismas, completas y suficientes, las que toman las riendas de sus decisiones sin esperar a que venga nadie venga a aprobarlas. Sin perder nunca de vista la inseguridad y el titubeo que decidir sobre cosas importantes conlleva porque recordemos que todo es real, no un mero ensayo de teatro.

Acompañada durante los 85 minutos que dura este verano por el repertorio musical del compositor clásico Bach, esta película de producción independiente quizás por ello rara en palabras de mi madre muestra un matiz feminista real. Pues, según apunta la directora, se ha creado y fabricado de una forma transversalmente feminista detrás de las cámaras: sin competitividad y anteponiendo los cuidados sobre el producto final.

Así pues, Las chicas están bien es en realidad una aspiración, el deseo de que al final de la obra, el título tenga sentido para todas ellas, que no dejamos de ser todas nosotras. Y estemos bien. Porque este tipo de películas o ensayo, o cuento, o documental, es tan necesario como una conversación de vez en vez con tus amigas. Porque, como exigía la pintada que encontraron en el molino de Astorga cuando fueron por primera vez a ensayar: «Aquí se cura el espanto». Y para eso sirven estas obras.

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