Cuando la sensualidad y la opulencia se funden en el lienzo

Exploramos el inequívoco estilo de Gustav Klimt: el pintor austríaco que conquistó al mundo con sus distintivas obras de arte
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Exposición sobre Gustav Klimt en Hall des Lumières, el centro de arte inmersivo en Nueva York (2022). Fuente: © akg-images

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Excéntricos, sutiles, dinámicos y dorados. Así eran los cuadros de Gustav Klimt: el pintor austríaco que se convirtió en el primer presidente de la Secesión vienesa y que dijo adiós al conservadurismo de la época. Su rompedor estilo se hace visible en algunas de sus obras como Judith I (1901), Friso de Beethoven (1902) o El Beso (1908). Obras que, en el caso de La dama de oro (2015), han sido llevadas a la gran pantalla. De hecho, esta cinta inspirada en la polémica que envolvió al Retrato de Adele Bloch-Bauer I (1907), le valió a la actriz londinense Helen Mirren una nominación a ‘Mejor actriz’ por parte del Sindicato de Actores (SAG).

El erotismo del dorado

Klimt, el joven pintor simbolista que conquistó la Europa de finales del siglo XIX, fue uno de los mayores exponentes del Art Nouveau. Su inconfundible estilo ecléctico combinaba elementos de diferentes culturas  — como la bizantina o la egipcia —, e incluso incorporaba también aspectos de la japonesa. Sus creaciones más resonadas se enmarcan en su “Etapa Dorada” y, al fusionar pan de oro y vivas tonalidades con técnicas como las texturas o los revoques, Klimt dotaba a sus creaciones de un singular estilo. Obras que, aunque atenuadas mediante alegorías y símbolos, eran de naturaleza abiertamente erótica y tenían la capacidad de seducir al espectador.

La femme fatale del XIX

La muerte, el amor, la sexualidad y la feminidad fueron algunos de los temas que exploró el austríaco a través de sus miles de bocetos y más de un centenar de lienzos. Y a pesar de su predilección por el erotismo, era inviable reflejarlo de manera explícita debido al marcado carácter conservador de la burguesía vienesa. Por ello, desvío la atención del espectador hacia aspectos como la vestimenta, los peinados y otros ornamentos florales  — en lugar de hacia las sugerentes poses y gestos de las mujeres que aparecían en sus óleos —. De hecho, una de las particularidades de las protagonistas de sus obras es precisamente su aspecto levitante: posible gracias a que las modelos posaban tumbadas en una cama y, de ese modo, sus cuerpos parecían estar flotando.

Un artista “prohibido”

Caracterizado por un estilo independiente e innovador, Gustav Klimt fue un artista que jamás dejó de cultivar sus facultades y que realizó más de 4.000 bocetos durante su vida. Sin embargo, durante su carrera recibió duras críticas por parte de la prensa y de las esferas más tradicionales y religiosas, siendo tachado de “artista prohibido”. Tanto el Congreso como posteriormente las SS consideraron que sus obras eran “pornográficas” y de “excesiva perversión”; por lo que algunas ni siquiera fueron expuestas y otras fueron directamente destruidas por orden de la Alemania nazi.

Más de un siglo después de su muerte, Klimt sigue siendo uno de los artistas contemporáneos más importantes del mundo y con el paso de los años, su obra se ha convertido en una de las más cotizadas en el mercado. En 2006, el Retrato de Adele Bloch-Bauer I fue vendido por más de 107 millones de euros  — la suma más alta pagada por una pintura hasta el momento y que llegó incluso a superar a Garçon à la pipe (1905) de Picasso —. Símbolo del machismo para algunos y auténticas obras de arte para otros, el legado de Klimt es aún objeto de especulación y controversia en la actualidad. Pero en lo que todos coinciden es en que su carácter provocador continúa sin dejar indiferente a nadie.

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