La dependencia emocional o cómo renunciar al ‘yo’

La dependencia emocional, que puede producirse en cualquier tipo de relación, es un trastorno psicológico que afecta indistintamente a hombres y mujeres. ¿Nos encontramos ante la nueva esclavitud del siglo XXI?
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Las personas que sufren dependencia emocional tienen tendencia al aislamiento social y también presentan dificultad para discernir entre relaciones sanas y tóxicas. Unsplash

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Buscar constantemente la validación externa, anteponer el bienestar ajeno al propio o sentirse incapaz de afrontar desafíos sin la ayuda de nadie son algunos de los síntomas más característicos de la  dependencia emocional. Una condición psicológica que, en 2018, ya afectaba al 49.3% de la población española según un estudio llevado a cabo por el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología.

Y aunque con frecuencia esta patología se asocia a relaciones de pareja, por extraño que pueda resultar, también se produce bajo otras circunstancias  — tanto en el ámbito personal, como en el espacio laboral —. Y lo más llamativo es quizá que, la mayoría de personas que sufren este trastorno, ni siquiera son conscientes de ello. Un problema de salud creciente en la sociedad y que afecta principalmente a jóvenes: y más concretamente al sexo femenino.

El largo camino hacia la pérdida de la identidad

Las causas tras la dependencia emocional están relacionadas con un desarrollo emocional inadecuado durante la infancia. En ocasiones, las relaciones de apego que los niños construyen impiden a estos desarrollar un cierto grado de autonomía  — acorde a su edad —  y entran en la edad adulta arrastrando una serie de carencias afectivas.

Al sentir que dichas necesidades afectivas no han sido cubiertas en su totalidad, la persona dependiente comienza a perder la confianza en sí misma y se vuelve disfuncional en la ausencia de aquellos a quien quiere. Y todo ello resulta en la proyección sistemática de estas inseguridades en sucesivas relaciones que, inevitablemente, acaban volviéndose inviables.

Pero la realidad es que las personas que sufren dependencia emocional también se enfrentan a problemas relacionados con el estrés, la incapacidad para poner límites o la consecución de actividades que les producen poco o ningún placer. Y todo con un única finalidad: continuar alimentando ese círculo vicioso con el que se pretende evitar el abandono a toda costa  — incluso si ello conlleva anular su propia voluntad —.

Comenzar por el amor propio

Intentar llenar ese vacío con el afecto que se espera que otros proporcionen sólo conduce a la infelicidad  — ya sea a corto o a largo plazo —. Y renunciar a la libertad individual no es una opción sobre la mesa. Por ello, la terapia psicológica se vuelve un aspecto fundamental para combatir la dependencia emocional. En esta misma línea, es de suma importancia invertir tiempo en el desarrollo personal y en el autoconocimiento, cultivar el amor propio y cimentar la autoestima sobre una base sólida de aceptación y autosuficiencia. Sólo entonces será posible establecer relaciones sanas que permitan a las personas afrontar el resto de etapas vitales de la manera más favorable posible.

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