
El fútbol moderno ha traído consigo varias novedades tanto posicionales como tecnológicas, como la llegada del VAR (supuesto recurso de ayuda pero que se encuentra en permanente debate), de este último hablaremos en otro artículo.
El asunto que hoy nos ocupa es la posición del portero, en concreto: el portero en el fútbol moderno de la mano de jugadores como Unai Simón o Ter Stegen, que a pesar de pertenecer a distintos equipos y selecciones comparten generacionalmente ciertas exigencias técnico-tácticas.
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Es evidente que, la figura del portero no se ha librado de la evolución de los tiempos. De tal manera que, el mejor portero no es el que más balones ataja (que también), sino que también tienen que participar en el juego mostrando seguridad y personalidad a la hora de tomar las decisiones apropiadas en cada momento que deriven en provecho de la colectividad: esto es el fútbol.
A día de hoy, el portero es el primer atacante no solo con el balón en mansos, si no también con el balón dominado en los pies. En posesión del balón tiene que tener capacidad para asociarse colectivamente, y saber leer las acciones con y sin balón para evaluar qué es lo mejor para el equipo.
Ofensivamente, el portero es la pieza principal para la construcción del juego ofensivo aportando el primer pase largo, corto, con el golpeo del balón, incluso quedando ante la presión del rival como el hombre libre para desatascar ese primer aprieto del equipo y que es tan importante: la salida de balón jugado con los pies.
Defensivamente, el arquero tiene que gestionar el espacio defensivo ante la presión rival y cuando la defensa se adelante sumándose a la transición ofensiva. Y sobre todo, realizar las coberturas oportunas y mantener activas las vigilancias ante una posible pérdida de consistencia: para lo cual es imprescindible mantener con la defensa una comunicación permanente.
La inmersión del guardameta dentro del juego activo del equipo genera, en principio, superioridad numérica para generar mayor dinamismo con el pase largo o corto, según las necesidades para aportar un plus ofensivo. Pero cuidado, porque las imprecisiones y las pérdidas de balón pueden generar ocasiones “regaladas” al rival que aplica una presión efectiva sobre la propia portería: generando incertidumbre y dudas en la faceta defensiva.
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Es por ello, que se precisa que el portero domine con rapidez y agilidad las buenas decisiones para resolver problemas con ímpetu y arrojo para complementar la labor defensiva propia de sus zagueros que tienen que tener seguridad en el bloque bajo del conjunto para emprender con valentía las transiciones que el curso del partido vaya exigiendo.

Graduada en Filosofía y actual estudiante de periodismo.
Temas de interés: Política, Deporte y Sociedad
Locutora de: RADIO JAKE MATE
Redactora de: Eusa News, Informabetis y el ABC de Sevilla