Opinión: Ecuador, el nuevo Medellín

Usted cree que, por haber visto un centenar de series relacionadas con el narcotráfico y las mafias, su alrededor, solo, expresa “plata o plomo” y realiza acciones como: bala por sapo y lambón.
Ecuador, desde los últimos años, se ha ganado el sello de “el nuevo Medellín” y no por compartir gustos musicales o léxico, sino, porque su corazón dejó morir ese fervor y nos están acostumbrando a los sonidos de balas, a las manipulaciones, a la mentira y, sobre todo, al incompetente y miserable poder.
Ahora bien, ¿usted conoce Medellín u otro territorio de Colombia? Si la respuesta es no, déjeme decirle que le falta barrio y no en sentido jocoso, ni tampoco porque no sabe defenderse el momento en que su vecino, amigo o desconocido le hace un problema. Es mucho más que eso. Le falta barrio porque llegó a marcar con un hierro candente un territorio. Un lugar que no conozco, pero no tengo duda de que sea extremadamente hermoso con gente que sufre, pero desde hace varios años, lo que hoy en día Ecuador padece. Medellín, Guayaquil, Caracas, Managua, entre otras ciudades de Latinoamérica que están manchadas por hechos de sangre no son más que la pobreza cerebral y humana de un ser o seres que no tienen ni un mínimo de respeto a la patria. En ellos solo habita la egolatría y la mísera ambición.
Y no, no me había olvidado. Si su respuesta a la pregunta formulada es sí, entonces, permítame decirle que la vida le ha regalado esa maravillosa oportunidad para afirmar, desde su experiencia, que no es el territorio el que lo mata, que no es esa ciudad la que le regaló grandes alegrías y aprendizajes la que le arrebata sus sueños, sino el incompetente de turno. Aquel que prefirió la comodidad y se convirtió en un parásito más por un puesto laboral en uno de los poderes del Estado o en una organización delictiva que le dejará harto billete cada mes, pero esa ganancia económica solo será la desgracia para muchos.
La expresión “el nuevo Medellín” que se está difundiendo es un golpe más para ese ciudadano que tuvo que salir de aquel territorio por falta de trabajo, por las amenazas que recibía y no quería alimentar a su familia con el dolor de otros y su última opción fue abandonar su ciudad, su país, Colombia. En general, esta es una decisión que le ofrece progreso, tranquilidad y felicidad, pero no esa sensación mágica que solo ese país, que le vio nacer, le da y le hace sentir.
Si Julio Jaramillo cantó “la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón” las líneas y cada una de las letras de estos párrafos se rinden ante un país, unos sueños y a la valentía de esos corazones ecuatorianos que, diariamente, salen a cristalizar la más loca aventura de este mundo, vivir. Vivir en su sitio donde se ve mas balas que pájaros volar, donde no encuentras tranquilidad ni en el negocio de los helados porque te arrebatan a tu hijo de un disparó, en una tierra donde no sabes si llegarás vivo a casa luego de decirle a tu amigo “te veo mañana, mi rey”. Esto es lo que vive Ecuador, sangre en cada calle. Narco terrorismo y narco poder que vigila las calles y embarra su cultura con sangre inocente.
Ecuador, Venezuela, Perú y demás países, incluso Medellín y toda Colombia piden a gritos que desaparezca la tiranía y las estructuras que carcomen el alma de cada ciudadano. Firmemente, aseguro que, los políticos y quienes abusan de su poder lo único que no podrán robar ni arrebatar a los patriotas es la esencia luminosa, carismática y llena de valentía que, de manera instantánea y espontánea, sale por los poros. Hace falta un “this is marketing, baby” (Donald Trump) más fuerte para terminar, completamente, con la valentía, pero eso, jamás llegará.

Estudiante de periodismo. Redactora en el periódico EUSA NEWS y jefa de sección del ámbito sociedad, actualidad y sucesos