Radiografía de una generación que llama a las puertas del mercado laboral: frustración e incertidumbre

Jóvenes que vuelven a la casa de sus padres a falta de trabajo, mujeres que postergan su maternidad a cambio de estabilidad o estudiantes que alargan su época universitaria aferrándose a másteres. España continúa a la cabeza como el país con más paro juvenil de la Unión Europea. Así se vive en primera persona
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Un reportaje hecho por Carmen Alfaro, Alba Calcerrada, Álvaro García, Marta Gómez, Jorge Hidalgo, Carmen López, Rocío López, Paula Magallanes, Raquel Molina, Lola Moreno, Antonio Rodríguez y Juan Manuel Sánchez.

A Lucía le ha tocado volver a casa. Y no solo por Navidad. Acabó hace meses sus estudios universitarios y la falta de oportunidades laborales ha disipado su sueño de independizarse. En Burgos, donde se licenció en Comunicación Audiovisual, vivía sola; ahora lo hace con su madre en Ciudad Real, su ciudad natal. Ahí espera a que dentro de no mucho tiempo alguien le dé una oportunidad que se le niega tanto a ella como a gran parte de su generación, una promoción marcada por la frustración y la falta de certezas que llama desesperada a las puertas del mercado laboral.

“Veo un futuro con mucha incertidumbre, lo único que me queda es seguir buscando y estudiar de forma online”, confiesa Lucía Muñoz, de 23 años, graduada en Comunicación Audiovisual. Echa de menos su vida “independiente” de Burgos. “No me acordaba lo que era vivir con mi madre y que me mande hacer labores de casa y los horarios, con lo bien que estaba viviendo sola”, dice entre risas la ahora estudiante de Dirección de Fotografía, una disciplina complementaria a sus currículum universitario.

“Es una situación muy negativa”, se queja. “Las empresas buscan trabajadores con experiencia y, claro, nuestra experiencia al salir de la carrera es mínima”, reconoce Lucía, que en su fuero interno ya presagiaba este desenlace. Eso sí, por más que se lo esperase, no pierde la esperanza de trabajar en lo que le gusta: la televisión. 

Para ella, trabajar en un medio es la vía para poder emanciparse, un escenario que se ha retrasado algunos años en la mente de los recién egresados y que modifica sus planes para el futuro a corto o medio plazo. “Esto pasará pronto”, se consuela Lucía. “Pero mientras tanto voy a seguir formándome con mucho ánimo para cumplir mi sueño”, zanja la veinteañera. 

Victoria y Sergio decidieron irse a vivir juntos sin aún independencia económica

Frustración, miedo e incertidumbre. Estas son las palabras que más se repiten en el vocabulario de aquellos jóvenes que quieren hacerse un hueco en el mercado laboral, un hito que se antoja aún más complicado en el actual escenario de pandemia provocada por el COVID-19. A lo largo de este recorrido por una generación a las puertas del mercado laboral en forma de historias personales podrán variar los nombres y escenarios pero, a grandes rasgos, las experiencias se repiten: la dificultad para encontrar un empleo es una pesada carga para una hornada que mira al futuro con desazón. 

“Es posible que estos jóvenes se enfrenten por primera vez a la situación de no ser capaces de lograr los niveles de prosperidad económica que alcanzaron sus padres”, explica el sociólogo y docente universitario Manuel García.

España, el país con más paro juvenil de Europa

España, según la oficina de datos Eurostat, continúa a la cabeza como el país con más paro juvenil de la Unión Europea, con el 39,6 %, más de veinte puntos superior a la media continental (17,3 %). 

Una de las circunstancias que influye decisivamente en la búsqueda de un empleo, más aún en los jóvenes, es el problema de la temporalidad. De acuerdo a los datos del INE, uno de cada cuatro puestos de trabajo en España son eventuales, lo que condiciona enormemente la posibilidad de asentamiento y consolidación social.

En ese sentido, el sociólogo considera que el problema de la temporalidad, ocurre desde hace unos veinticinco/treinta años, “dificulta mucho los proyectos personales”, debido a lo cual “las carreras laborales no se estabilizan hasta más o menos los cuarenta años”; “muy tarde”, en su opinión. “No creo que los jóvenes sean responsables de ese desempleo; sino víctimas”, sentencia al respecto.

La pareja tenía claro que querían vivir juntos y buscaron empleo

A Victoria y Sergio, novios desde hace 4 años, la pandemia les ha pillado en un momento trascendental para cualquier pareja: irse a vivir juntos. “Lo teníamos en mente desde hace tiempo —confiesan—, pero al estar estudiando y no tener una independencia económica nos daba más respeto dar el paso”. Pero lo hicieron, y justo antes de que la palabra COVID-19 copase los titulares en los periódicos.

A pesar de no tener una buena situación laboral, tenían claro que querían hacerlo y una pandemia no les iba a frenar. Ambos se pusieron a buscar un empleo. En el caso de Sergio, que acaba de terminar la carrera de Pedagogía, tuvo que dejar de seguir formándose y especializándose para comenzar a trabajar. Consiguió un puesto de pedagogo en Acquire Formación, y trabaja como Auxiliar docente. Y aunque creyó rozar las mieles del éxito, también sintió en sus carnes lo que muchos han vivido: un ERTE. Ahora cobra 1.200 al mes. Y paga 800 al mes de alquiler.

Pese a lo precaria de su situación, de la pareja es Sergio el más afortunado. A Victoria se le sigue negando un puesto de trabajo relacionado con lo que había estudiado, magisterio de Infantil, así que ha seguido formándose de lo que realmente le apasiona, la educación. Había trabajado anteriormente como teleoperadora, pero aquello no le hacía sentirse realizada y tenía la impresión de haber echado por tierra sus cuatro años de universidad. Entonces intentó conseguir un empleo como profesora particular para niños, pero ni el dinero ni la proyección a otros empleos eran suficientes. Así que dejó de lado la idea de trabajar y siguió formándose en la especialidad de Educación Primaria.

Victoria sigue formándose y siendo dependientes de sus padres, Sergio con trabajo se puede permitir pagar el piso

La situación es rara para ambos. Ella se mantiene con el dinero de su padres y él gana solo para mantenerse a sí mismo. Por eso no hacen planes de futuro, como tener casa propia, vehículo y o aumentar la familia. Así esperan que pase el tiempo y la cosa cambie. Entretanto, siguen luchando: formándose y aceptando empleos que les permitan dormir en el mismo colchón.

Eso sí, ni Sergio ni Victoria se arrepienten de haber tomado la decisión de irse a vivir juntos. En sus historias recordarán la pandemia como aquella etapa en la que empezaron a convivir. A fin de cuentas, poco importa el cuándo sino el con quién.

La “fortuna” de tener una discapacidad: clave para un empleo

Tener una discapacidad ha supuesto para Joel la clave para conseguir un empleo en mitad de la pandemia. Un escenario inimaginable para el resto de sus amigos, a los que la pandemia les lastra las oportunidades laborales. 

Joel, joven afortunado por conseguir trabajo en su sector

Joel Calvente es un joven de 21 años de Pujerra, Málaga, se graduó en Administración y Dirección de Empresas en junio de 2020, en plena pandemia de Covid. La situación económica no era la mejor, pero gracias a su discapacidad, pudo encontrar trabajo. “La llamada provenía de un centro especial de empleo para personas con discapacidad, me convocaron para una entrevista, fui, me gustó y, a partir de ahí, comenzó mi experiencia en el mundo laboral oficialmente. Más siendo algo relacionado con mis estudios, y no tan precario como algunos otros jóvenes. Tengo la suerte de decir que trabajo en lo que he estudiado”, presume el veinteañero malagueño.

Cuenta Joel que pese a su discapacidad motora definitiva de carácter no revisable del 38% se vale por sí mismo y lleva una vida normal. “Soy una persona autónoma al 100%”. Esto le permite acceder a todo tipo de trabajos, una ventaja que no todas las personas con discapacidad tienen. “Eso al fin y al cabo es una barrera enorme, porque reduce las posibilidades de encontrar trabajo”, razona el joven. A él, lejos de suponerle un handicap, sus limitaciones le han brindado la posibilidad de tener un empleo.

“A mí el tema trabajo no me ha preocupado tanto como al resto de mis compañeros —valora Joel—, porque sé que la gente con discapacidad tenemos más facilidades a la hora de encontrar un trabajo. La dificultad es muy grande, y sobre todo en España. En nuestra tierra, tal y como está ahora el mercado laboral, para un joven es casi imposible encontrar trabajo, y si lo hace, será muy precario”.

Emprender para huir del desempleo

La falta de oportunidades laborales al terminar la carrera invita cada vez a más jóvenes a lanzarse a emprender. Ese es el caso de Esterri y Paula, una pareja de empresarios de 25 años que decidieron fundar su propio negocio durante el confinamiento: Fitplanet, una marca de ropa deportiva hecha con botellas de plástico rescatadas de los océanos. 

Esterri y Paula emprendieron por la falta de oportunidades

Él estudió Ingeniería Eléctrica y Energías Renovables; ella, Administración y Dirección de Empresas. La fusión de ambas carreras ha hecho posible este proyecto, que desde su origen ya barajaba la idea de ser útil para el medio ambiente. Así surgió el concepto de hacer ropa deportiva sostenible. “A la vez que te pones en forma, también pones en forma al planeta”, explica Paula.

Fitplanet nació en pleno confinamiento, en mitad de una tormenta cambiante. Tanto que no fueron pocas las noches de nervios pensando en el qué pasará. Por fortuna para ellos, todo salió bien. O incluso mejor. “Esa incertidumbre se convirtió en motivación gracias a la buena acogida que tuvimos”, destaca la pareja.

A día de hoy, ambos se consideran unos privilegiados por poderse dedicar a un proyecto que les apasiona. Pero advierten que emprender “es muy satisfactorio y, a la vez, muy esclavo porque el trabajo pasa a ser tu vida, sobre todo los primeros años”. En su caso, cuentan por el apoyo de sus familias, que les prestan aliento y están al tanto de los logros de la pareja. “Nos dijeron que sería muy difícil, pero vieron nuestra ilusión y nos respaldaron al máximo”, apunta la joven emprendedora. 

Tanto Paula como Esterri lo tienen claro: la suya es “una generación con ganas de cambiar y abierta a nuevas ideas”.

En torno a esa capacidad de emprendimiento y prosperidad que debiera otorgar el paso por las aulas, el sociólogo Manuel García incide en que “la estructura y la planificación del sistema universitario tienen mucho que ver con la dificultad que tienen luego los jóvenes de inserción en el mercado laboral. Hay quien ve la universidad como un centro de formación académica y otros que la ven como un centro subordinado a las necesidades de las empresas. Hay que intentar alcanzar un punto medio”.

España lidera las listas de fracaso y abandono escolar en la educación obligatoria en Europa y, según la oficina de datos europea Eurostat, el 17,3 % de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no siguen formándose tras finalizar secundaria. 

“La motivación para los estudios universitarios ha sido cuestionada desde siempre. Los estudios universitarios elevan muchísimo la posibilidad de aumentar los ingresos. Por eso la educación suele ser una buena inversión”, explica Manuel García.

Según el Ministerio de Universidades, en 2020 terminaron la carrera un total de 189.354 estudiantes.“La motivación para los estudios universitarios ha sido cuestionada desde siempre. Los estudios universitarios elevan muchísimo la posibilidad de aumentar los ingresos. Por eso la educación suele ser una buena inversión”, explica Manuel García.

Dos carreras “para poder elegir” y en paro

Belén, una joven víctima de un mercado laboral cerrado

“Creía que al tener dos carreras iba a poder elegir y, ahora, me veo rozando los 30 años y sin haber encontrado mi sitio, y posiblemente no lo encuentre”. Belén es de esas jóvenes hipercualificadas, con un doble grado en Dirección y Administración de Empresas y en Derecho y un máster universitario, a las que el esfuerzo de toda su vida académica no se ha traducido en un empleo.

Belén siempre hizo lo que le pidieron. Desde pequeña, sus padres le inculcaron que tenía que formarse para poder labrarse un buen futuro. En el instituto palpó una gran competencia entre los alumnos para lograr superarla. Matrículas de honor jalonan su expediente. Superaba las piedras que se le ponían en el camino con la promesa de que el sacrificio merecería la pena. Pero no. Toda esa exigencia no se ha traducido en un buen empleo y la frustración acompaña sus días desde hace varios años. Y sigue engordando su currículum hasta que le llegue su oportunidad.

Para poder incorporarse a la población activa aceptó trabajos temporales para los que tenía que crear currículums falsos, mucho más limitados que el real. Y con esa estrategia consiguió levantar el teléfono y encontrarse con una oferta para trabajar en Amazon de reponedora. Hoy recuerda ese momento con los ojos empapados de una frustración inmensa.

“A todos los jóvenes, les aconsejaría que estudiaran una formación profesional o mirasen el mundo de las oposiciones. La realidad laboral es difícil como para pretender que con una carrera se les valore. Todavía hay dos generaciones pendientes por acoplarse, y no vamos a encontrar nuestro sitio”, confiesa Belén.

Una rutina que llega a su fin

Los estudiantes universitarios se enfrentan a desafíos, presiones y ansiedades que pueden hacerlos sentir abrumados. Se acostumbran a la misma rutina durante muchos años, levantarse, ir a clase, ocio por las tardes y tomar unas cañas con los amigos. Sin embargo, un día te gradúas, te pegas la fiesta de tu vida y cuando se te pasa la resaca, lo primero que se te pasa por la cabeza es: ¿y ahora qué?

Ese futuro para el que te estabas preparando ya ha llegado y no tienes ni idea de qué hacer. Y llega algo diferente, desconocido, cambios que alteran y mucho miedo. Pero en muchas ocasiones esta crisis existencial llega, incluso, antes de finalizar los estudios. 

Para tratar de mitigar esa sensación de abandono, la Universidad Complutense de Madrid ha integrado en su organigrama el servicio PsiCall, atención psicológica telemática inmediata para ayudar a estudiantes que atraviesen momentos complicados. “Hay muy pocos en el mundo y en España creo que es el único”, explica Teresa Pousada, supervisora de turnos en PsiCall.

“En lo que llevamos de 2021, hasta abril, hemos tenido más de 140 casos de personas que no habían llamado antes. Pero hasta día de hoy hemos realizado alrededor de 419 seguimientos en 2021”, señala Pousada. 

PsiCall, un servicio de atención psicológica telemática dirigida a estudiantes

Escribiendo un correo o llamando a su teléfono tienes a un psicólogo al instante. “Lo primero es crear base de datos y una recogida de información de los datos personales de la persona. A partir de ahí, se intenta tener un primer contacto telefónico con un operador que derivará la llamada a otro operador, quien será el psicólogo que atenderá las necesidades que tenga esa persona”, explica Teresa Pousada. 

El problema del alumno se puede solucionar en ese primer contacto, aunque en muchas ocasiones debe hacerse un seguimiento. El perfil de los estudiantes es muy variado, “la mayoría son chicas con ansiedad”, indica la supervisora. “Creo que tenemos un poco de todo, desde alumnos de primero que llegan agobiados por las novatadas como estudiantes que están cercanos a terminar sus estudios y les provoca ansiedad saber si van a estudiar un máster o si no, cómo van a orientar su vida laboral”, recalca Pousada.

El trabajo que se realiza desde este servicio es muy importante, ya que han tenido casos muy extremos incluso con autolesiones. “Dentro del servicio es algo con lo que contamos que puede pasar. Formamos a nuestros operadores para poder manejar estas situaciones”, confirma la psicóloga.

Teresa Pousada confirma que “cada vez hay más educación emocional, en el cole se le va dando más importancia a conocer los sentimientos y aprender a manejarlos”.

“El ascensor social se ha frenado”

Cuenta el sociólogo Manuel García que “aún no se puede afirmar con claridad cómo la pandemia va a influir” en la configuración de la generación que se viene, pero sí anticipar algunos de sus problemas.

El principal escollo, encontrar un trabajo estable, parece ser la primordial de ellas. “Hay un hecho consistente acerca de movilidad social que refrenda que el ascensor social en España se ha frenado. Es posible que estos jóvenes se enfrenten por primera vez a la situación de no ser capaces de alcanzar los niveles de prosperidad económica que alcanzaron sus padres”, ratifica Manuel.

No cabe duda que el mercado laboral se encuentra en un proceso de transición, donde las nuevas tecnologías irán comiéndole más y más terreno a las formas y métodos tradicionales de trabajar. 

Dentro de esta transición, “los requisitos han aumentado, se han multiplicado. Si antes te pedían un título, ahora añaden un postgrado”, afirma Fernando García Chamizo, profesor del máster de Dirección de Comunicación y Nuevas Tecnologías en ESIC.

Es evidente que un buen perfil permite optar a un mayor número de empleos y ser más visible para las empresas. Por lo tanto, ¿en qué deben fijarse los jóvenes a la hora de impulsar su currículum?

“Creo que hay tres requisitos importantes. La capacidad en el manejo de los elementos digitales, ser capaz de desarrollar un buen trabajo en equipo y, resiliencia”, declara García Chamizo.

El experto explica que las empresas buscan buenas personas capaces de adaptarse al entorno competitivo del mundo laboral y que sepan trabajar en equipo. “Tú puedes aprender en un momento determinado a usar una herramienta, en cambio no puedes aprender a trabajar en equipo si no lo tienes equipado en tu ADN”, sentencia.

Segundas oportunidades: una generación ‘resiliente’

Mari Carmen, Mamen para sus amigos, sabe bien qué son las segundas oportunidades. Se formó en un grado superior de estética y con 24 años dio un cambio de timón en su vida laboral. Se inscribió en un curso de Tripulante de Cabina de Pasajeros y acabó encontrando empleo como azafata de vuelos. “Arriesgué y gané —presume—, porque a día de hoy no me veo en otra cosa’’.

Mamen es azafata de vuelo afectada por el Covid-19

“Me cogieron en enero y empecé en marzo a trabajar en la base de Barcelona’’. Pero llegó la pandemia y, claro, el turismo cayó en picado. Desde entonces espera a que se normalice la situación y vuelvan a llamarla a filas. Aunque este tiempo no ha sido fácil para ella.

Lo he pasado muy mal”, confiesa Mari Carmen. “Tenía miedo de perder mi trabajo y que, después de todo el esfuerzo, no volviera a trabajar en lo que me gusta. Estoy deseando volver a volar”, esgrime Mamen, con la esperanza de incorporarse pronto al trabajo.

Pero la pandemia también ha supuesto una oportunidad laboral para quienes se dedican al ámbito de la sanidad. En esa situación se encuentra Laura Sempere, siempre supo que quería dedicarse a esto desde pequeña.  

“Nunca he tenido dudas, yo siempre he tenido claro que quería ser sanitaria”. Contundente, clara y con un sueño: trabajar para ayudar. “Me encanta trabajar con pacientes, poder ayudarles, ver una mejoría en ellos”, explica la joven.

Laura trabaja y se prepara para la Selectividad

Laura creció y conoció otras profesiones de la rama sanitaria que desconocía por completo, pero aún así su idea seguía siendo clara. Pero, aunque sus notas en Bachillerato fueron impecables y su nota final para acceder a la carrera supera los doce puntos, el sueño de Laura se vió torcido.

Eligió Fisioterapia y, para su sorpresa, se “enamoró” de la profesión. “El tratamiento de fisioterapia es mucho más cercano, llegas a ver al paciente una vez a la semana y eso hace que veas la mejoría y que tengas más confianza con ellos”.

Actualmente, Laura se encuentra trabajando en un centro de estimulación acuática e hidroterapia para bebés y, asegura, que le encanta su profesión. Sin embargo, no quiso quedarse “con la espinita” de lo que pudo haber pasado si hubiese hecho Medicina.

Estoy trabajando de lo que me gusta y estoy aprovechando los huecos que tengo para prepararme Selectividad. Es un reto, pero me lo voy a tomar con calma”, cuenta. La disposición y las ganas son la base para luchar por los sueños, y a Laura no le falta ninguna de ellas.

Consecuencias: la maternidad se posterga

Noemí, autora del libro “el vientre vacío” // Imagen cedida

La inestabilidad laboral y económica ha postergado el plan de muchas mujeres de ser madres. Por eso Irene sabe una excepción. “Yo tuve a mi hija con 25 años. Tenía problemas hormonales y, cada vez que me bajaba la regla, tenía que estar tumbada en cama de los dolores tan fuertes que tenía. La única solución que me daban los médicos para regularlo era quedarme embarazada”. Ella pudo elegir ser madre antes de los 30 años, aunque obligada por circunstancias médicas. Y se considera afortunada de haber podido hacerlo. 

Desgraciadamente, la mayoría de las mujeres no tienen esa ‘suerte’ debido a la situación socioeconómica a la que se enfrentan. Ser madre antes de los 30 se está convirtiendo en un lujo que la mayoría de las mujeres no se puede permitir. A lo largo de los años, la media española de maternidad ha pasado a estar en la tercera más baja de la Unión Europea.

De todo esto habla Noemí López Trujillo en su libro ‘El Vientre Vacío’. En él, explica la problemática de tantas mujeres que desean ser madres y no pueden cumplir ese anhelo “debido a la economía, la falta de conciliación laboral y las dificultades para encontrar una pareja estable”. 

“Cada vez se glorifica más el hecho de que los 30 son los nuevos 20, cuando no es más que una excusa social, para ocultar la situación de que los jóvenes en la treintena hacen lo que deberían haber hecho hace una década”, explica López Trujillo. ¿Significa esto que la maternidad se ha convertido en el nuevo lujo de la generación Z?

Natalia sueña con ser madre joven

“Cada vez más las mujeres se ven obligadas a postergar su maternidad y, esto tiene varias consecuencias que son generacionales”. Explica Noemí. “Yo estoy totalmente de acuerdo con el intervencionismo de los cuerpos, pero sí reconozco que, el hecho de que las madres tengan a su primer hijo cerca de los 40, origina unas consecuencias que son perjudiciales para las próximas generaciones” 

¿Cómo cuales? Pues entre ellas y, la más importante, es la carga de responsabilidades a una edad temprana que se le tendría que imponer a los jóvenes si con solo veinte años tuvieran que hacerse cargo de los cuidados de sus padres. 

Sin duda, la maternidad se está convirtiendo en una gran frustración para muchas mujeres. 

“Siempre que me preguntan si quiero ser madre, ni siquiera tengo que pensarlo. Cuando pienso en el momento en el que llegue ese día, y pueda hacerlo, imagino que seré la persona más feliz del mundo”, confiesa Natalia, de 21 años.

“He soñado con ser madre joven y, además, me gustaría formar una familia numerosa de unos tres o cuatro hijos, por lo que me encantaría poder tener el primero con 25 o 26 años”, asegura sin dudar. Y defiende: “lo ideal es ser madre antes de los 30”. 

Pero por ahora, viendo el escenario laboral que ha dejado la pandemia para toda una generación, sus planes de ser madre deberán esperar. Y eso le genera una constante sensación de agobio. Siente que se le acaba el tiempo y, por eso, se ha prometido que si el tiempo no le llega, ella alcanzará el tiempo.

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