El ‘Matrimonio Arnolfini’ de Van Eyck

Uno de los cuadros que uno no debe perderse en la vida. El 'Matrimonio Arnolfini' es una de las pinturas más bonitas, para mi, que hay.
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El 'Matrimonio Arnolfini'. Autor: Jan Van Eyck

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Con los museos cerrados, aunque queda poco para que abran, nos hemos dado cuenta de lo que muchos no quisieron ver: el arte es el oxigeno de la cultura. Es por ello, que debemos acercar el arte, de manera virtual, a todos los confinados.

Para ello he elegido un cuadro que me gusta especialmente, el ‘Matrimonio Arnolfini‘, que es obra de uno de los hermanos Van Eyck: Jan. Es uno de los principales exponentes de los pintores flamencos del siglo XV, una persona muy culta, lo que se tradujo en unas obras de interpretación compleja y que son muy intelectuales. Su técnica fue, ante todo, extremadamente prodigiosa, lo que le permitió recorrer una trayectoria de gran reconocimiento. Su primera obra fue el Políptico del Cordero Místico, que se realizó para la iglesia de San Bavón, situada en la ciudad italiana de Gante.

Pero su mejor obra, para mi, fue la protagonista de hoy: el ‘Matrimonio Arnolfini‘. Allí se representa a un mercader que porta una capa y a la que es su esposa, que está vestida con un vestido verde que le cubre todo su cuerpo y llega al suelo. Da la sensación de que se encuentra embarazada, aunque parece ser una ilusión óptica generada por los pliegues del vestido.

En cuanto a la gestualidad de los protagonistas, podemos ver como él hace un gesto parecido a una bendición, mientras ella mira cabizbaja, en lo que los expertos han considerado que es sinónimo de fidelidad. No es extraño, se trata de su enlace matrimonial. Y no, no hay ningún sacerdote. En el siglo XV, las parejas se podían aplicar el matrimonio sin que tuviera que estar presente un religioso.

El autor no se limita a retratar la escena de la boda, se hace presente en la misma. ¿Cómo lo sabemos?. Lo sabemos gracias a que aparece reflejado en el espejo circular que hay en la pared del fondo. Sí, hay que mirar quizás mucho. Fijarse en los detalles, una característica de los primitivos flamencos. Gracias a la técnica del óleo, usado en tabla, se pueden recrear, con mayor minuciosidad, los detalles. También, Van Eyck deja constancia de su presencia a través de una forma en la pared en la que se puede leer: ”Jan Van Eyck estuvo aquí”.

Por cierto, ese espejo del que hablábamos antes tiene una simbología especial: se representa la virginidad de María, lo que se traduce en la virginidad de la protagonista. Todo tiene un significado en la obra de este pintor flamenco. El perro que aparece junto a la novia simboliza la fidelidad del matrimonio y las manzanas de la repisa muestran el pecado de la pareja. El suelo que pisa la pareja es el de Tierra Santa, algo que vemos por las sandalias que aparecen en la escena.

Y, la pregunta es, ¿se quieren los cónyuges?. Sí. ¿Cómo lo podemos adivinar?. De la araña que cuelga en el techo vemos una vela encendida. Esa vela es el reflejo del amor y la moral de la pareja. Sin duda, una obra magnifica, cargada de detalles y significados, que todos deben contemplar, al menos, una vez en su vida.

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