El día 15 de diciembre se produjo el que, posiblemente, es el momento más importante del balonmano femenino español. La selección disputaba la final de un mundial por primera vez en la historia.
Lo que podía haber sido una mañana feliz y apoteósica, acabó en llantos y frustración debido a una dudosa acción arbitral, llamada dentro de la jerga del balonmano como “acción de sabotaje” (cuando un rival invade el área del portero contrario y evita que este pueda sacar). Para los espectadores que se pegaron a la 1 de Televisión Española para ver el choque, el sabotaje se lo hicieron a España. Esa acción acabó con un penalti en contra a falta de seis segundos para terminar el encuentro y con empate en el marcador. El resultado ya es conocido por ustedes.
Inmediatamente después de que el balón entrara todo el equipo español se derrumbó, con la sensación de que se les había escapado una oportunidad histórica, y por una decisión que precisamente no estaba en sus manos.
Se puede decir que el deporte es así, que no serán las últimas en perder una final de forma tan agónica y tan dudosa, aunque quizá el adjetivo que ustedes están buscando es el de ‘cruel’, porque cruel fue el balonmano con la selección femenina.
Algunos entrenadores de distintas disciplinas dicen que para perder finales hay que jugarlas, pero claro, también se puede aplicar a esta reflexión las palabras del gran Luís Aragonés, cuando dijo aquello de “del subcampeón no se acuerda nadie”.
Ahí se debe discrepar, en esta ocasión, del subcampeón se acordará el balonmano español para siempre. Una selección que en los últimos torneos no había sido capaz de llegar al “top 10” se rejuveneció, se transformo y puso el germen de una generación que seguro tendrá más oportunidades, al menos, la historia se debe.
Puede ser que el domingo se escapara el oro y el billete a los Juegos Olímpicos del próximo verano en Tokio (Japón), curiosamente, y quizá capricho del destino, mismo país donde este año se ha celebrado el mundial.
Quizá las platas en los campeonatos siempre sabe a poco y casi siempre viene acompañada de lágrimas, pero en esta ocasión, estas lágrimas no pueden ser de tristeza, sino de orgullo. Es cierto que podían haber sido de felicidad si el último lanzamiento del combinado nacional hubiese entrado, pero eso ya son todo suposiciones, y oigan, lo que ven es lo que hay, y lo que hay es un conjunto de chicas que no sólo han desafiado lo imposible, sino que además han conseguido mantener a un país entero pendiente de un deporte, que según muchos, es desconocido, aburrido y no interesa.
Hay que darle las gracias a la chicas, primero por poner al balonmano una vez en la actualidad y en la agenda diaria de la ciudadanía, y segundo, por demostrar que el deporte femenino no tienen nada que envidiar al masculino.
Así que gracias “Guerreras“, y estad orgullosas de las lágrimas que habéis derramado, porque no hay mejor oro que el haber competido dejándolo todo.
Licenciado en Periodismo. Redactor de MARCA. Aquí puedes leer mis artículos de opinión, crónicas y noticias (también seleccionando Jorge Hidalgo en el buscador).
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