Hasta siempre Mérida, hasta siempre Luthiers
Atardece. Mérida nos recibe con esa luz cálida, tan suya, con olor a café y una brisa suave. Entre los balcones, como de costumbre, se enreda el eco de un pasado que, aquí, es eterno. Es viernes, pero no un viernes cualquiera. Hemos llegado a tierras extremeñas tras los pasos de Les Luthiers; su gira “¡Chist!” termina hoy frente a las gradas del Teatro Romano de Mérida y, con ella, la andadura de uno de los integrantes del longevo grupo: Carlos Núñez. Lleva 74 años a sus espaldas y esta noche celebra los 50 de Les Luthiers con una despedida a lo grande. Comienza la cuenta atrás, pero aún quedan horas para el espectáculo y las calles nos seducen con la promesa monumental de la Augusta Emérita.
La promesa se cumple. Los últimos rayos de sol nos descubren, uno tras otro, tesoros de piedra cincelada, guardianes del ayer en lucha obstinada contra el tiempo. Zigzagueando entre calzadas y templos, el anochecer nos sorprende cara a cara con el pasado. De vuelta hacia el Teatro, nos cruzamos con un grupo de unas 20 personas que parecen encontrarse por primera vez. Abrazos, besos, una chica con acento vasco exclama “¡por fin os conozco en persona!”. Se emocionan. No podemos evitar que nos contagien algo de su alegría, aunque para nosotros el motivo sea el reencuentro con estas calles, con la magia atemporal que las envuelve.
Finalmente llega el momento. Cientos de personas se agolpan ya en la entrada del Teatro y el ‘Stone & Music Festival’, en el que se enmarca la actuación de Les Luthiers, los recibe con música en directo. Cuando alcanzamos nuestro asiento, podemos observar con tranquilidad el escenario de excepción que va a ser testigo del adiós de Carlos Núñez. ¡Chist! Ya empieza. Silencio.
Un repentino cambio de luces da la bienvenida al grupo y las gradas se deshacen en aplausos. Bajo los capiteles milenarios que dieron amparo a la dramaturgia romana, Les Luthiers desgrana su antología ante miles de asistentes. Se nota el cariño. El público se entrega en cada gag, aplauden, ríen, se emocionan. Entre sketches nos llama la atención algo, un grupo de espectadores con camisetas a juego, cada una de las cuales simula ser, a la vez, chaqueta, camisa y pajarita. Veo a la chica vasca y los reconozco: son aquellos que se encontraban en la calle horas antes. Para ellos, como para nosotros, en este Teatro culmina su viaje a Mérida.
Entre vistosos juegos de luces que embellecen aún más el escenario con cada giro de guión, lo que empezó con la historia de Manuel Darío (ya saben, como el poeta…), termina con ‘Los jóvenes de hoy en día’, un disparatado rap bailable que incluye saltos y patadas en el aire casi a lo Bruce Lee y donde Maronna y López Puccio hacen gala de una agilidad y una destreza de movimientos fascinante. Ambos tienen, respectivamente, 69 y 71 años. Entre el repertorio se cuelan clásicos como ‘La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa’ o ‘La hija de Escipión’, donde la voz de tenor de Martin O’Connor arranca al público un merecido aplauso. Aún así, la ausencia de Daniel se siente a lo largo de todo el espectáculo. Su muerte instala un vacío insalvable en el grupo, que echa de menos su comicidad innata, su eterno papel de “pillín”, de “metepatas” adorable.
Les Luthiers envejecen sin envejecer. Aún siendo irremplazable, Daniel Rabinovich no es ni ha sido nunca el grupo, que sigue adelante despertando emociones y haciendo reír por encima de todo. La despedida de Carlos Núñez, que sus fans de siempre lloran a golpe de carcajada en esta última actuación y que vuelve a convertir a los cómicos en un quinteto, no es sino una promesa de renovación que personifican O’Connor y Tato Turano. Hoy, entre la magia de Emerita y la sal argentina de estos luthiers de la risa, damos por terminado este viaje de contrastes, de pasado y de presente, de nostalgia y de ensueño. Hasta siempre.