La Torre del Tajo, uno de los encantos de Barbate
A menudo, escuchamos noticias que resaltan los problemas que posee el municipio gaditano de Barbate, tales como su alta tasa de paro o las detenciones ocurridas por el tráfico de drogas, pero Barbate también posee otros encantos como son sus valiosas playas, su variada gastronomía o sus monumentos históricos. Uno de estos monumentos se trata de La Torre del Tajo, cuyo origen pertenece al sistema de torres de vigilancia costera construidas en el siglo XVI, las cuales recorren gran parte de la costa española.
Este lugar es uno de los más frecuentados por los barbateños quienes suelen hacer un recorrido por un sendero de unos diez kilómetros aproximadamente, que comienza desde el pueblo y que va subiendo hasta llegar a la torre situada en un acantilado a 100 metros de altura. Al final del recorrido podemos encontrar a multitud de visitantes, la mayoría de ellos familias haciendo todo tipo de actividades, como picnis o aprovechando para fotografíar las vistas que ofrece este paisaje.
Esta torre es considerada la segunda más alta de la provincia. Posee forma de tronco de cono y tiene una altura superior a trece metros. Sus gruesos muros de mampostería acogen una única estancia de seis metros de diámetro y siete de altura. Una escalera de caracol conduce a la azotea en donde se encuentra la garita en forma de herradura. En el centro de la azotea se abre un orificio circular que comunica con la bóveda inferior.
La torre del Tajo fue construida en el siglo XVI con el objetivo de servir de vigía ante las incursiones de los piratas turco-berberiscos que por aquellas épocas destruían las costas andaluzas. La Torre del Tajo junto a otras torres que conectaban visualmente entre sí, formaran parte de un complejo sistema defensivo. Los toreros comunicaban la presencia de peligro a las otras torres y poblaciones mediante ahumadas de día y con fuego durante la noche. Este procedimiento de dar alarma durante era musulman y ya existía en todo el litoral africano desde el siglo VIII; resulta curioso comprobar la perfección del sistema, cuando en una sola noche, podía llegar un mensaje desde Alejandría a Ceuta.