OPINIÓN: Filium bovis

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Tenía en la cabeza algo parecido a pasear por la orilla de una playa. Mirar el sol, el brillo del mar, escuchar su apaciguado ajetreo donde poder deleitarme en la medida de lo posible con su inmensidad, algo así parecido a nuestras mentes. Entonces, un niño. Un niño de ojos marrones y piel clara. Limpio y sonriente, acostado, escuchando en esa orilla lo que le dijera la tierra. Es el centro de atención. Olvídense de la playa, de la inmensidad y piensen que absolutamente todo el mundo, crea en ese niño, el icono de la sociedad oriental. Todos callan y lamentan lo que es capaz de hacer el hombre por la lucha de sus ideales. Como si se tratara de un juego de niños; por el cielo, la tierra y el mar.

Esa persona que ahoga sus penas en una playa algo más cercana y a la vera de ese mismo chiquillo, levanta su mano y pide a algo o a alguien, un deseo. Un niño que anda por un tendío de una plaza de toros de piel morena, cansado y sufriendo en sus adentros, debe morir porque aquí y no en la playa, tiene voz y voto. Ojo, voz y voto; una lástima. Llego a un punto en el que mi primer artículo en este periódico, creo y debo dedicarlo a los niños, a la infancia. A un mundo de sueños de correr por la playa con los amigos, de torear gallinas si hace falta y gusta, de disparar pistolas de agua y de clavar en las sienes las banderillas a todas esas personas que de una manera u otra hacen que los niños, dejen de ser niños para convertirlos en hombres que luchen por sus cortas mentes. Y claro, ya que hablamos de luchas, prefiero condenar las palabras que algunas veces, hacen más daño que una corná. Una explosión de opiniones, de sin razón y de locura.

Como un juego de niños, por tierra, por mar… Otra vez no, que esto no es ningún juego. Que alguien desee la muerte a un niño con CÁNCER, es romper los dinteles de la sociedad y llegar al extremo donde tener que huir, por mar tal vez y quedarte en la orilla de una playa a elegir qué niño tiene derecho a la vida. Por ello, prefiero seguir con la inocencia de un niño antes que convertirme en un hombre, con sus benditos y preciosos ideales, donde poder atacar y herir con palabras a un pasado que todos hemos pasado y deben pasar. Si tú que defiendes a los animales y que yo defiendo la vida, ¿quién será a fin de cuentas un verdadero asesino?. 

Desde estas líneas, un abrazo muy fuerte, Adrián. Coge fuerte el capote, que tú tienes una pelea más dura y bonita para ganar ahora antes de ponerte ante un mundo lleno de “hombres”. 

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