Juan Valdés: “Para mí (pintar) es como una fantasía, como un divertimento”

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Juan Valdés ha presentado en la sala Murillo de la Fundación Cajasol de Sevilla su nueva exposición: “Divertimento Veneziano”. Explica que Sevilla es su hogar adoptivo. Se casó y actualmente reside en esta ciudad que define como “idónea, por su carácter y otras muchas cosas”. Ha expuesto en sitios tan dispares como Japón, Holanda, Nueva York, Madrid, tres veces en Sevilla y en Mérida (en el Parlamento de Extremadura). Afirma que “no es un hombre de muchas exposiciones”.

 

-¿Cómo surgió exponer en Sevilla?

 

J.V: La exposición en este centro cultural procede de la misma institución, que sabía sobre mi obra de los Carnavales. Ahora estamos en época de Carnavales, por lo cual ha venido miel sobre hojuelas. Dentro, por supuesto, de una línea de prestigio que le interesaba a la institución y que lógicamente corroboraba la línea de trabajo que llevo.

 

-¿Cómo nace esta apreciación por Venecia?

 

J.V: Venecia de por sí siempre ha sido una Ciudad Estado con autonomía propia durante muchos años. Y tiene unas particularidades que son un gozo a la vista de cualquier ciudadano que se precie de la belleza. Y dentro de la ciudad hay una línea que a mí me ilusiona mucho, que es este Carnaval de Venecia, el cual tiene unas características completamente distintas a cualquier otro.

 

-Posee usted algunos retratos muy interesantes en su exposición.

 

J.V: Sí. Son de Su Majestad el Rey Felipe VI y de tres personajes. Uno institucional, que fue presidente de la Real Academia de Medicina de Sevilla; otro un empresario, y otro también empresario pero con la particularidad de que es un gran amigo mío. Y este último está en unas circunstancias especiales muy malas. Malas de salud, de extrema gravedad. Y bueno, he querido hacerle un pequeño homenaje y ponerlo ahí, a mi lado. El concepto de la amistad…

 

Y después hay otro (retrato) de la cabeza de un hombre con un gorro de papel que tiene una trayectoria emocional en mi vida y recordatoria y… en fin, significa mucho a nivel humano para mí.

 

-¿Ese estaba firmado?

 

J.V: Sí, claro. Yo firmo todos mis cuadros y normalmente se puede ver mi firma abajo a la derecha, excepto raras excepciones: que haya algún interés en la derecha y tenga que ponerla en otro lado.

 

-Los cuadros más antiguos que se encuentran en esta exposición tienen unos trazos más simples y menos detalles que los más recientes, con un colorido más brillante e inclinándose más hacia al hiperrealismo. ¿Cómo ve usted su evolución pictórica?

 

J.V: ¡Muy buena observación! Eso tiene su explicación: yo antes tenía una pintura muy suelta, muy ágil, muy rápida y muy directa. Tenía una impronta bastante impresionista (valga la redundancia) y me gustaba mucho. Pero la pintura en cierto modo era bastante opaca. Hay un razonamiento en ese sentido, y es que por motivos personales de infancia y demás esa opacidad refleja un cierto lastre que yo he tenido durante mucho tiempo. Y llegó un momento en el que yo pintaba de pie. Al pintar de pie la pintura es mucho más valiente, más ágil… 

Pero en el año 1995 tuve un accidente de tráfico y estuve a punto de… de finiquitar mi vida. Y lo que pasó fue que cuando me curé después de muchas operaciones y me restablecí, quedé condicionado a pintar en gran medida sentado. Entonces perdí esa impronta pictórica, esa agilidad, esa facilidad que he tenido siempre; sin embargo, en contraposición, he ganado otras cosas.

Por ejemplo: más luminosidad, un colorido nuevo más brillante; más vitalidad y agilidad en la mentalidad, en la imaginación. Ya no estaba tan cerrado a lo académico; sino que la imaginación se rompió, se descompuso favorablemente. Me he despegado de muchos de esos problemas que tenía entrelazados en mi mente. Los he superado. Y todo eso ha hecho que evidentemente la pintura sea completamente distinta: más vitalista, detallista y rica en matices. Ha mejorado en muchos aspectos.

 

-La pintura ha sido una buena terapia, entonces…

 

J.V: Inconsciente, pero sí. Una buena terapia.

 

-Muchos de los ojos que usted pinta son color oliva, marrones. Se aprecia mucho más castaño que azul… ¿Hay algún motivo?

 

J.V: Bueno, los ojos azules los asociamos siempre a una etnia, raza o personalidad nórdica. Nosotros somos más mediterráneos, más sureños. Más dados a los matices duros. Y cada uno tiene su belleza. Así que claro, como es lo único que se ve tras las máscaras…

¡Pero transmiten mucho más! Teniendo el handicap de estar cubiertos (las personas que aparecen en los cuadros) si les pongo ojos con claridad: azulados o verdosos y demás, pues se me pierden entre el colorido de las máscaras. ¡Y yo lo que quiero es destacarlos! La intensidad que tienen unos ojos castaños con sus iris y sus pupilas oscuras tendrán, evidentemente, más fuerza expresiva que los claros.

Sin embargo, el cutis de las modelos cuando hay semidesnudos o desnudos integrales no se ven muy morenas que digamos, ¿no? Representan a unas personas que toman muy poco el sol, de una época dieciochesca. ¡Es que todo influye! Porque claro, los Carnavales están basados en la época del s.XVIII ó XIX donde la mujer se cubría completamente. ¡Difícilmente iban a ponerse morenas!

 

-Son mujeres como las de “Las Musas del Rey Momo”…

 

J.V: Es que además la carnosidad de las mujeres… Bueno, el rey Momo es dios del erotismo, el sarcasmo, de la ironía… Y es en la carne, en el sentido de la piel y la carnosidad de una mujer con cierto matiz más claro lo que llama más la atención, y además transmite más morbo en todos los sentidos. Nada que ver con una mujer con la piel más dura. El hombre con una piel como las que tienen las mujeres de este cuadro… Probablemente caeríamos en el chuminismo de decir que es afeminado. Por eso el color y la textura de la piel forman parte de lo varonil que sea un hombre.

 

-Déjeme decirle que me encanta esa carnosidad. En el Arte transmite feminidad.

 

J.V: A mí también me gusta. Son mucho más sensuales. Déjame decirte que en el cuadro del rey Momo estás modelos… Bueno, en realidad todas ellas son una sola modelo. Yo soy el cirujano plástico (risas) que les quita y les pone más muslo, más vientre… Regulo el color y todo para que se vean diferentes. Hasta la que toca el violín es la misma persona.

 

-Debe de ser muy divertido. Parece que pintar es como jugar para usted. ¿Es como crear un mundo de la nada?

 

J.V: ¡Claro! Es que para mí es como una fantasía, un divertimento como dice el enunciado de esta exposición, ¿entiendes? De ese divertimento forma parte el modificar lo que veamos oportuno del físico de una mujer o de un hombre para crear algo nuevo.

 

-¿Cree que detrás de esta ambigüedad que tienen las máscaras que ha retratado hay más hombres o más mujeres? Las poses parecen más femeninas.

 

J.V: Es que precisamente el interés de todo esto es la ambigüedad que ofrece una máscara. Porque incluso vistiendo un ropaje de mujer puede haber un hombre detrás. Yo tengo muchas máscaras, de muchos tipos, tanto de hombre como de mujer.

Aunque dentro del Carnaval Veneciano hay unas máscaras determinadas con unas características especiales que se usaban por aquel entonces. ¿Por qué? Pues porque al principio, hace un par de siglos, hubo una peste terrible que mermó la población. Entonces estas máscaras (que son de médico) tienen una nariz deforme, hacia abajo, que están llenas de una especie de algodón con colonia y servían para evitar los olores que producían los fallecidos de la época. Luego se usó para el carnaval, pero continuó relacionándose con los médicos.

Son características concretas que se asocian a ciertas cosas. Como las góndolas, que parecen ataúdes, y era donde llevaban a los cadáveres con una lucecita delante.

 

-Parece que tiene usted más aprecio por el retrato que por el paisaje. 

 

J.V: Yo tengo muchos paisajes. Pero lógicamente todo no es expositivo. Y menos aquí, porque nos estamos ciñendo a una temática muy determinada. 

El retrato es una de las cosas que a mí me fascina porque me gusta descubrir quién hay detrás. Yo estoy hablando contigo y estoy tratando de entrar en tus ojos. Desde mi punto de vista pareces una mujer mucho más observadora, analítica… y estás siempre “a verlas venir”, ¿no? Entonces es a través de los ojos y de la cara donde más o menos voy identificando a las personas.

 

-Es como un ejercicio de observación, ¿no?

 

J.V: ¡Claro, claro! Como se suele decir: “está uno en guardia” o “a ver por dónde respira esto”. Estás analizando a una persona que evidentemente no se abre a ti directamente, de forma contemplativa.

 

-Siempre hay un momento en la vida de los artistas en el que tienen que decidir si dedicarse a la pintura a tiempo completo o no ¿Qué le recomendaría a la gente que quiera dedicarse a ella profesionalmente?

 

En la vida, para los artistas y para todos, Dios te da un juguete. Lo más difícil para cada persona es encontrarle utilidad; pero si tú aciertas a usar ese juguete que Dios te ha asignado lo lógico es que tú seas feliz. Hay quien no tiene la capacidad para tocar la guitarra pero le gusta la música; y hay a quien no le gusta la guitarra pero Dios le ha dado unas manos excelentes. Si tú encuentras ese juguete desde niño, pienso que si es lo que más te llena y te gusta y además tienes capacidad para usarlo… ¿Comprendes? ¡Cuántas personas hay que ya están trabajando en algo y les encanta la pintura! Podrían ser buenos pintores, pero quizá se equivocaron de camino y se fueron por otro lado. Son frustraciones. 

Pero cuando te gusta desde niño y persistes en esa idea porque piensas que Dios te ha condicionado para ello… entonces te conviertes en la persona más feliz del mundo.

 

Se recomienda a los estudiantes entre 18 y 24 años llevar su carnet de estudiante para entrar gratuitamente a la exposición, que estará abierta hasta el 24 de Febrero. Para más información sobre las tarifas y horarios, se recomienda visitar la página web de Fundación Cajasol.

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