La satisfacción del deber cumplido: Guerreros del aire
Son las seis de la tarde de un jueves cualquiera. Hay personas que contagian su tranquilidad. Ellos lo hacen. Palabras firmes y orgullosas. Pasado, presente y recuerdos. Muchos recuerdos.
Julián Arnaiz, hijo de un militar, tiene cuarenta y dos años, y hace mucho tiempo ya que decidió seguir los pasos de su padre. Este sargento primero trabajó en la Base Aérea de Morón desde 1996 hasta 2003 y volvió en 2005, puede que para quedarse.
José Miguel Díaz, brigada de cuarenta y nueve años, natural de Madrid, ha servido también durante dos periodos para la Base de Morón. La primera vez, de 1986 a 1991, y la segunda desde 2006 hasta el momento.
Entre risas que suenan a melancolía, comentan un primer recuerdo de sus vidas como militares. José Miguel rompe el hielo. "Yo tenía dieciocho años cuando empecé. El primer recuerdo que tengo es aparecer por la puerta de la Base de Torrejón y ver a un cabo pelirrojo al fondo pegando voces". "Yo creo que a nadie se le olvida ese momento", le sigue Julián recordando su llegada a León desde Sevilla y laprimera vez que se metió debajo de un reactor en marcha.
Muchos años han pasado desde esos momentos. Actualmente, José Miguel está en el Centro de Apoyo a la Misión y Julián en el taller, un puesto que le permite pasar algo más de tiempo con sus dos hijos, de cinco y nueve años.
La familia. Surge ese tema después de un rato conversando. José Miguel cuenta que en algunas ocasiones es complicado compaginar la vida personal con la laboral, porque es una profesión que exige mucho. "Mi mujer es mi válvula de escape, nunca me ha coartado en mi trabajo ni me ha impedido hacer nada. Recuerdo cuando me tuve que ir a Afganistán cinco meses, un país con una situación complicada, dejando aquí a mi familia. Ella nunca me ha echado nada en cara. Tengo mucho que agradecerle".
"En esta profesión hay veces que no tienes horarios. Sabes cuándo entras, pero no cuándo sales. Es muy importante tener apoyo de tu familia", explica Julián.
Pero sin duda, los peores momentos que les da esta vida es la pérdida de algún compañero, que aunque con todos los avances tecnológicos y legislativos que hay, ya no se da mucho, coinciden en que es muy doloroso. En los últimos cuatro años ha habido dos accidentes aéreos en la Base de Morón, en los que han fallecido dos pilotos.
"Antes era raro el año en que no venía tu padre corriendo, se quitaba el mono de vuelo y se ponía el uniforme. Veías a tu madre llorando y tú sin saber qué pasaba. Después te enterabas que era tu vecino o el padre de un amigo tuyo", recuerda Julián.
"Pero en general, no es una profesión que se pueda definir como dura, más bien es vocacional, ¿Verdad?". "Yo la definiría como la novia celosa, que solo te quiere para ella. Pero sí, este no es un trabajo como otro cualquiera", responde entre risas José Miguel.
Julián relata orgulloso: "Como decimos entre nosotros: no hay nada como la satisfacción del deber cumplido". "Merece la pena porque, aunque la gente no lo crea, yo lo único que estoy haciendo es un servicio a la sociedad" le sigue su compañero.
Lo que sí definen como duro el paso por la Academia, pero la recuerdan como los años donde se hacen mejores amigos. Amigos a los que puedes pasar años sin ver, hasta que te reencuentras con ellos en cualquier entrenamiento o misión veinte años después, como le pasó a José Miguel cuando regresó de Yibuti.
Yibuti es un pequeño país ubicado en el Cuerno de África, donde este militar pasó cuatro meses en una misión: lucha contra la piratería en aguas de Somalia.
De este tiempo destaca, aparte de la satisfacción de trabajar para paliar un problema que afectaba de manera importante a la zona, la labor humanitaria que hizo el Ejército español. "Esta última vez, en el destacamento que yo estuve se organizó en el hotel una tómbola y una fiesta española, donde todos los fondos fueron a parar a una entidad de ayuda humanitaria que tiene sede en ese país". De esta fiesta se sacó dinero para dar alimento durante bastante tiempo a unas veinte familias de una de las zonas más deprimidas de Yibuti. "Esto se suele hacer siempre, para proporcionar alimento o medicinas. Es muy gratificante". Para José Miguel, la parte más humana de la profesión está en los viajes, en ayudar a las personas más desfavorecidas.
Destaca también la gran diferencia entre el Ejército español y el de los demás países: "Nosotros tenemos muy buen trato con las poblaciones locales".
De hecho, desde hace treinta años, la Base de Morón está hermanada con Dos Torres, un pueblo de Córdoba que tiene como patrona a la Virgen de Loreto, la misma que el Ejército. "El objetivo es que los pueblos cercanos a la Base la vean como algo no hostil, que sientan que están en su casa. Para conseguir esto, siempre hay representación del Ejército en las carreras, en Semana Santa…", asegura Julián, que cuenta entre risas cómo la gente le abre las puertas de su casa aun sin conocerlo. Los dos coinciden en que el concepto de la Base ha cambiado.
A esta altura de la conversación, cualquiera se habría dado cuenta del orgullo que sienten de ser militares. Insisten en destacar lo bonito de su oficio y en quitarle importancia a los momentos más duros.
"Los momentos más bonitos que te da esta vida son los reencuentros con los compañeros cuando vas de viaje. Cualquier trabajo no te da los momentos que te da este", asegura Julián, que compara al Ejército con el fútbol, "Si juega el Barcelona en Champions, quieres que gane. Pero si juega aquí, quieres que gane tu Betis. Pues entre nosotros pasa lo mismo: hay un pique sano entre las distintas unidades y con otros ejércitos".
La vida de militar es diferente al resto de profesiones. Sin horarios ni vacaciones preestablecidas, ellos no se consideran funcionarios. Son militares.
"Es una profesión muy particular. Si tu intención es ser militar para tener un puesto de trabajo, dedícate a otra cosa. Pero si quieres entrar en el Ejército por lo que conlleva a su alrededor y por ir a sitios que de otra forma jamás irías, entonces sí, adelante", es un consejo que José Miguel da a los amigos de sus hijos cuando se interesan en su profesión.
El Ejército está jerarquizado, pero todos se consideran compañeros, por lo que las órdenes de los superiores se consideran destinadas para el buen funcionamiento de la unidad y de la misión. Se trata de ser un apoyo para el mando y un ejemplo para el subordinado. "La función del mando no es mandar, es convencerte. Las órdenes hay que asumirlas para hacer las cosas bien, porque hacerlas sin entender por qué no tiene sentido. Se dan valores que hoy en día son difíciles de ver en otro sitio".
¿Qué es ser militar? Ser militar es tener lealtad al mando, disciplina y honor. Es sacrificio y satisfacción. Vocación. Pasión. Amor a tu país. Es pertenecer a los estabilizadores de la sociedad. Es estar disponible veinticuatro horas al día, todos los días del año. Es estar fuera cuando te dicen que vas a ser padre. Es llevar veintiún años de servicio y seguir yendo cada día contento al trabajo. Es perderte la graduación de tu hijo. Es exigencia. La milicia es, como dice Calderón en uno de sus poemas, una religión de hombres honrados.