OPINIÓN: Drácula, la leyenda jamás contada, ¿o inventada?
Para hacernos una idea, cuenta la leyenda que en cierta ocasión unos emisarios del Sultán turco se presentaron ante Vlad para pedir en nombre de este que se convirtiese en aliado y a modo de tributo cada 4 años entregase 500 niños menores de 3 años. Estos emisarios iban con turbante, los cuales ante la negativa de quitárselos ante Tepes volvieron con los turbantes clavados en sus cabezas para que ahora si, no pudieran quitárselos nunca más.
Siglos después, el novelista y escritor, Bram Stoker se inspiraría en él para dar vida a uno de los personajes más incomprendidos de la historia de la literatura y el cine, el Conde Drácula.
Por estas, entre otras muchas razones, cuando nos ponemos delante de una superproducción como Drácula, la leyenda jamás contada y vemos que no hay ni rastro de esa maldad tan característica del empalador chirría la versión que Gary Shore, su director, nos intenta vender.
Transilvania vive un tiempo próspero bajo el mandato del príncipe de Valaquia, el justo Vlad III y su esposa, Mina, Mirena perdón. Han conseguido firmar un tratado de paz con el emperador Otomano para que este no siga avanzando en su dirección. Pero en un giro argumental el sultán decide que se le deben entregar mil niños para incorporarlos en su ejército, entre los que figuran el propio hijo de Vlad. Comienza así una incesante pesadumbre para el protagonista que debe decidir si acatar las órdenes y mandar a su hijo, como bien hizo su padre tiempo atrás o desafiar a los turcos.
La decisión final es enfrentarse a ellos, no sin antes solicitar la ayuda de un monstruo que habita en las montañas altas, un paso que le hará cuestionarse si merece realmente la pena condenarse de por vida como el príncipe de las sombras para adquirir la fuerza de cien hombres, la velocidad de la luz y una sed de sangre insaciable.
Sed insaciable que el guionista ha decidido cuestionar cómo la santísima trinidad en la religión: Pater, Filius y Spiritus Sanctus, y es que parece ser que está es la fórmula divina para terminar con cualquier mal, un recién convertido puede acabar con su desdicha si aguanta las ganas de sangre durante tres días.
Temas vampíricos aparte parece ser que la versión que nos intentan vender de Drácula se queda en un mero entretenimiento pero si ahondamos un poco más podemos sentir hasta miedo de saber que habrá una segunda parte.